Douglas Fairbanks, el gran espadachín
¡Nunca me he sentido mejor! Y acto seguido, murió.
Estas fueron las últimas palabras de una de las más grandes estrellas del cine mudo: Douglas Fairbanks, el gran saltimbanqui, el héroe de todo el mundo, el actor en el que se inspira el George Valentin de The Artist por mucho que Jean Dujardin sonría y baile como Gene Kelly, su nombre recuerde al de Rodolfo y su historia sea (casi) la de John Gilbert.
Y es que ahora, justo cuando el film de Michel Hazanavicius vive sus días de Oro, aquellos en los que todo son promesas y nominaciones, no está de más aceptar la invitación de The Artist, volver la vista atrás y recordar a uno de los héroes del Hollywood dorado. Un tipo que llegó a lo más alto y forjó un imperio gracias a su sonrisa y sus increíbles acrobacias. Un primera espada que poco pudo hacer ante el paso del tiempo y que supo echarse discretamente a un lado ante la llegada del último grito en tecnología: el cine sonoro.
Flashback. Denver, 1883. Nace Douglas Elton Thomas Ullman. Se dice que lo hace con dos dientes y que sus padres, al verle, comentaron: Será tan conocido como Ricardo III. Y, en efecto, lo fue. Se convirtió en el paladín de las causas justas, el arquetipo idealizado del americano sano, deportivo y de sonrisa blanca y perfecta. Atleta consumado, sus películas –aventuras y comedias– estaban llenas de saltos y cabriolas, de peleas y duelos a espada. Poco importaba que las malas lenguas dijeran que como actor era más bien limitado. Qué más daba que sus detractores dijeran que Fairbanks sufría de vértigo y que era incapaz de mantenerse erguido encima de una silla. El público lo amaba. Ellas le querían. Ellos querían ser como él.
Elipsis. Hollywood, 1915. Fairbanks aterriza en la recién para trabajar, de figurante, para David W. Griffith. Un año después ya lideraba su propia compañía y era contratado, en exclusiva, por la Famous Players que, años después se convertiría en la mayor de las Majors, la Paramount. Antes de que empezara 1917 se convertía en el tercer intérprete mejor pagado. En 1918 ya era el actor más popular del mundo. En la gran pantalla fue El Zorro, El Gaucho, D’Artagnan, Robin Hood o el Ladrón de Bagdad. Y, fuera de ella, el segundo marido de la novia de América, Mary Pickford; el primer suegro de Joan Crawford; el co-fundador de la United Artists, primer presidente de la Academia, el primer presentador de los Oscar… Fue el Rey de Hollywood; Mary Pickford su reina; Pickfair, su palacio en Beverly Hills, su Camelot; y sí, a este rey Arturo no le falta su Lancelot: un cómico inglés al que llamaban Charlot, Charlie Chaplin. Los tres –mas David W. Griffith, el inventor del primer plano entre otras cosas– eran los niños mimados de los grandes estudios, tanto que, con sus desorbitadas nóminas y sabiéndose los protagonistas de ese nuevo negocio llamado cine, decidieron crear el suyo, United Artists.
Y si leyenda tiene la forma en que se conocieron Arturo y Lancelot, el primer encuentro entre Fairbanks y Chaplin también tiene su gracia.
CORTA A
EXT. DIA. HOLLYWOOD BOULEVARD.
Bajo la marquesina del cine El Capitan, un joven elegantemente vestido contempla los carteles de los próximos estrenos. Al ver el del debut en Hollywood de Charlie Chaplin sonríe. Es entonces cuando le reconocemos: pese a no llevar el bombín ni el bigote, el joven es el actor que aparece en el póster. Es Chaplin. Su sonrisa desaparece cuando ve el cartel que está al lado. Es una comedia de aventuras de Douglas Fairbanks. Llega un joven y se para a mirarlo a su lado.
CHAPLIN
¿Conoce a este tal Fairbanks?
JOVEN
Claro. Es el mejor actor del mundo.
CHAPLIN
¿El mejor? No lo dirá en serio. Si solo sabe saltar y hacer muecas. Nunca he visto nada tan patético…
JOVEN
Se equivoca. Fairbanks es un extraordinario actor.
CHAPLIN
Entonces ¿Es tan bueno como Chaplin?
JOVEN
¿Chaplin? No me haga reir. Ya le gustaría a Chaplin tener una pizca del talento de Fairbanks.Es gracioso, atlético, guapo… Es injusto. No están en la misma liga. Es más, no juegan ni al mismo deporte.
CHAPLIN (Molesto)
Caballero… Yo soy Charles Chaplin
JOVEN (Entre risas)
Lo sé. Yo soy Fairbanks.
Y los dos estallaron en carcajadas y forjaron una amistad que duraría toda su vida. Lástima que esta historia no sea cierta y engrose el arsenal de leyendas urbanas del cine que quisiéramos que fueran reales. Fairbanks y Chaplin fueron amigos desde el día que se conocieron, pero eso fue en 1917 en una cena en casa del primero organizada por la diva del teatro inglés Constance Collier. Non e vero, ma e ben trobato.
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