Diez momentos que los Oscar preferirían olvidar
He aquí una lista en la que pocos querrían estar. Especialmente Seth MacFarlane, que la noche del domingo 24 de febrero se estrenará como maestro de ceremonias de la gala con más truco del mundo: los Oscar. Un bolo en el que el presentador tiene muy poco que ganar y en el que sabe será objeto de las críticas más despiadadas. Pero no sólo él –o ella, como le pasó hace unos años a Ellen DeGeneres o a Whoopi Goldberg–, el encargado de abrir fuego en una entrega de premios denostada por casi todos pero que nadie quiere perderse, estará en el ojo de mira. También los ganadores, que pueden echar a perder una carrera cuando, precisamente, se supone que llega a uno de sus momentos cumbre.
Sin necesidad de madrugar, al alcance de un click, aquí tenéis diez momentos que los Oscar preferirían olvidar. Empecemos:
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10. Cuando Jack Palance se marcó un Jack Palance (1993)
Un momento histórico, un hito que entró a formar parte del lenguaje del cine, algo similar a lo que consiguió Panenka con su inimitable –bueno, es un decir– lanzamiento de penalti. En los Oscar, marcarse un Jack Palance es presentar un premio absolutamente bebido y hacer caso omiso de lo que la papeleta diga. ¿Dijo Marisa Tomei? Bien podría haberle dado el Oscar a su prima Vinnie.
9. David Letterman fracasa como MC (1995)
Billy Crystal se había retirado y la Academia necesitaba alguien con carisma, gancho, sex appeal y una masa fervorosa de seguidores que le sustituyera: David Letterman, el más grande de los presentadores de la TV USA de los 90. Aquí dejo claras dos cosas: Jay Leno no es humano y Conan O’Brian presentaba el late night, con lo que –aún– no estaba en la misma categoría de Letterman. Pero el experimento no cuajó, fue un fracaso. La audiencia mundial no pilló ni los chistes ni qué narices hacía ese gafas en el lugar del tío de ‘Cuando Harry encontró a Sally’ y Letterman nunca más repitió. Después se probó a Jon Stewart o a Ellen DeGeneres, otras personalidades catódicas –aunque con inicios mucho más del espectáculo que Letterman–, pero David fue el fracaso original:
8. James Franco, una gala entre tuits y caladas (2010).
Parece mentira pero solo hace un par de años de la ceremonia presentada por James Franco y Anne Hathaway. Otra apuesta segura que fracasa porque… Porque a los Oscar no hay quién los entienda. Puede que ellos también tuvieran parte de culpa: la Hathaway se entregó al cien por cien pero Franco –que al finalizar la gala se dedicó a echar pestes sobre el jefe de guionistas Bruce Vilanch– parecía estar en otra parte. “Puede que estuviera bajo de revoluciones”, admitía después, “pero es que al lado de Anne Hathaway, hasta el diablo de Tasmania parecería colocado.”
7. Cuba Gooding Jr. hace el ridículo (1996)
No vengáis con emotividades o lo difícil que es que un actor afroamericano se lleve una estatuilla: no hay excusa posible para el show que Cuba Gooding Jr. montó al ganar el Oscar a Mejor Actor Secundario por ‘Jerry McGuire’. Ridículo por ridículo, prefiero mil veces ver a Jack Palance marcarse una ronda de flexiones que a alguien echarse a saltar descontrolado. Puede que fuese esta actuación la que inspiró años después otra clase de saltos: los de su compañero de reparto Tom Cruise en el sofá de Oprah Winfrey mientras le contaba lo enamorado que estaba de Katie Holmes. No me lo trago. Lo suyo es puro teatro. Y del barato:
6. David Niven: ‘Streaking no, please. I’m british’. (1974)
Impagable la cara de David Niven cuando se da cuenta que un tipo en pelotas –el fotógrafo y activista gay Robert Opel– le acaba de birlar su momento en la gala. Pero claro, estamos en la década de los 70, el período más marciano de la gala de los Oscar… Imaginaos que Hollywood producía buenas películas ¡y encima las premiaban! Niven, flemático, rápido, despidió al streaker con un chiste solo a su alcance.
5. “And the Oscar goes to… ¡Robertoooooo!” (1997)
Y es que antes del Pedro de Penélope y Banderas, Sofia Loren gritó Roberto. Por suerte, Pedro Almodóvar no se puso a caminar por encima de las butacas, pisando a Spielberg o marcándole el zapato en el hombro a Scorsese. La noche de Benigni fue un descalabro total... ¡Le birló el Oscar a Mejor Actor al Ian McKellen de ‘Dioses y monstruos’, ¡Infamia!
4. Dios salve a la reina Whoopi Goldberg (1999)
Presentadora en cuatro ocasiones de la gala –en 1994, 1996, 1999 y 2002–, nada supera su entrada en el escenario de los Oscar de 1999, la noche en la que Harvey Weisntein consiguió que ‘Shakespeare in Love’ ganara el Premio a Mejor Película y nos creyéramos que Gwyneth Paltrow podía ser Grace Kelly. Goldberg entró disfrazada de Reina Isabel I y la corte de Hollywood se quedó helada. Si ese año no abdicamos de los Oscar, puede que nunca lo hagamos.
3. El boicot de Marlon Brando (1973)
Otra perla de los 70. El mismísimo Padrino rechazó el Oscar a Mejor Actor y, en su lugar, envió a Sacheen Littlefeather, una activista indígena que dijo rechazar el galardón en nombre del propio Marlon Brando a causa del maltrato y mal retrato que se daba del pueblo indio en la industria cinematográfica y en los diversos medios de Hollywood. Las caras de Roger Moore y Liv Ullman –sí, la Ullman de las películas de Bergman– son un poema:
2. ‘Bailando con lobos’ le roba el Oscar a Mejor Película a ‘Uno de los nuestros’ (1991)
Sin comentarios. De verdad, ¿Hace falta? Bueno, sólo uno… ¡INFAMIA!
1. Rob Lowe canta con Blancanieves (1989)
La mayor debacle de la historia de los premios: un actor que no sabía cantar –Rob Lowe, uno de los guapos oficiales de los años 80– y protagonista de un escándalo sexual de primera página en un número musical de casi 20 minutos en el que Blancanieves llega a Hollywood para conocer la magia del cine (sic). Lo sé. El número, perpetrado por Allan Carr, el productor de ‘Grease’, es en sí mismo de película… pero de terror.
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