Defensas rudos, jugadores destructivos e hijos de mala madre
“Se dicen un montón de bobadas sobre defensas rudos y jugadores destructivos. Yo les llamo simplemente hijos de mala madre”.
George Best
Desde que el fútbol es fútbol han existido tipos duros, futbolistas que viven al límite del reglamento y lo transgreden siempre que pueden, jugadores que han seguido al pie de la letra la máxima “si pasa el balón, no pasa el jugador”. Hijos de mala madre, como diría George Best.
De Stiles a Vinnie Jones: crónica negra británica
En la época de Best, uno de los futbolistas más duros que existían era precisamente su propio compañero Nobby Stiles. Con su sonrisa desdentada, su cuerpo enjuto, su escasa melena despeinada y su pinta de lunático, el centrocampista del Manchester United daba miedo ya desde el túnel de vestuarios. Stiles era el encargado del trabajo sucio que permitía el lucimiento de Charlton, Best y Law, la Santísima Trinidad del United. Su labor era pegarse siempre a la estrella rival, impidiendo su lucimiento por los medios que fueran. Es célebre su implacable marcaje a Eusebio en la semifinal del Mundial de 1966, ante la permisividad arbitral. Inglaterra terminó ganando el campeonato.
No es Stiles una excepción en las islas británicas. Desde Norman Hunter, apodado Bites yer legs, hasta Roy Keane, nunca han faltado futbolistas duros en el fútbol inglés. Ninguno, quizás, como el salvaje Vinnie Jones, jugador que militó en Wimbledon, Leeds, Sheffield United, Chelsea y Queen Park Rangers. La foto en la que aparece agarrando los testículos de Paul Gascoigne, mientras este se retuerce de dolor, ocupa un puesto de honor en la historia del fútbol violento. No se puede decir que no le hubiese avisado, como confesó Gascoigne después: “Nunca he protestado por ninguna entrada, pero aquello eran agresiones. Sentía su aliento siempre detrás de mí. Durante una jugada se me acercó y me dijo: ‘Me llamo Vinnie Jones, soy gitano, gano mucho dinero. Te voy a arrancar la oreja con los dientes y luego la voy a escupir en la hierba. ¡Estás solo, gordo, solo conmigo!’”.
Este es solo uno de los greatest hits de Jones, que incluyen retirar del fútbol a Gary Stevens de una patada o poseer el récord de la tarjeta más rápida vista en el fútbol inglés (¡a los 3 segundos!). Vinnie Jones no solo era duro, sino que se jactaba de ello. Llegó a publicar un vídeo con las entradas más violentas del fútbol británico, en el que reservó hueco para algunas de las suyas.
Retirado del fútbol, Vinnie Jones, quién lo hubiera imaginado, terminó convertido en actor, compartiendo celuloide con Brad Pitt, Halle Berry o Hugh Jackman en películas como Snatch: Cerdos y diamantes, Operación Swordfish o X-Men.
Los violentos años 70
En los años 70, el fútbol español se llenó de oriundos procedentes de Sudamérica. Acreditando antepasados españoles, de forma más o menos rigurosa, estos jugadores pudieron enrolarse en los clubes españoles sin ocupar plaza de extranjero. Entre los llegados abundaban los defensas que se significaban por su dureza. En el Granada se juntaron el argentino Aguirre Suárez y el paraguayo Pedro Fernández, que se convirtieron en poco tiempo en el terror de los equipos rivales, hasta el punto de que, según se cuenta, los delanteros rivales se borraban cuando tocaba visitar Los Cármenes.
Aguirre Suárez llegaba procedente del Estudiantes de la Plata de Osvaldo Zubeldía, equipo al que precedía su fama de duro y violento, capaz de utilizar cualquier artimaña para vencer. Una de ellas era salir al campo con alfileres escondidos para clavárselos a los rivales fuera de la vista del árbitro. La Copa Intercontinental que jugaron en 1969 contra el Milan terminó con una batalla campal en el estadio de La Bombonera. Tras la trifulca, el gobierno argentino encarceló durante un mes a tres futbolistas del equipo argentino. Uno de ellos, Aguirre Suárez. En el vestuario de Estudiantes, Suárez coincidió con Carlos Salvador Bilardo, que con el tiempo se convertiría en entrenador, mostrándose como un discípulo aventajado de Zubeldía (Pisalo, Pisalo).
A Suárez y Fernández se les unió en Granada el mediocentro Montero Castillo -padre de Paolo Montero, central de la Juventus de los 90, que tampoco era precisamente un angelito- para formar en Los Cármenes un singular Triángulo de las Bermudas para los delanteros visitantes. Hubo muchos incidentes durante aquellos años, pero el más célebre mandó al madridista Amancio al hospital con el cuadriceps roto, tras una entrada de Fernández. Se trataba de un ajuste de viejas cuentas: el paraguayo había esperado dos años para vengar una agresión del madridista.
Pero, aunque el Granada terminara llevándose la fama, había otros muchos futbolistas que cardaban la lana. En el Atlético, por ejemplo, jugaba el argentino Panadero Díaz, continuador en la zaga colchonera de la agresiva escuela iniciada en los 60 por su compatriota Jorge Griffa. Díaz fue expulsado en la semifinal de la Copa de Europa de 1974 contra el Celtic por patear las costillas de Jimmy Johnstone. El escocés recordaría la experiencia tiempo después: “A lo largo de mi carrera, me dieron muchas patadas, pero nunca tantas en el mismo partido como hicieron aquellos argentinos del Atlético de Madrid en las semifinales de la Copa de Europa de 1974″.
El Madrid tenía en Gregorio Benito a su particular defensa leñero. En un partido contra el Sevilla, el delantero Biri Biri, harto de recibir patadas, se dirigió a Benito suplicante: “Por favor, señor Benito, no me pegue usted más”.
Objetivo Maradona: de Gentile a Goicoetxea
Si los 70 habían sido años duros, la década siguiente no se quedó muy atrás. Aún faltaba un tiempo para que los cambios en el reglamento y la invasión televisiva pusieran veda, en buena medida, a las acciones violentas. Eran todavía tiempos de pegajosos marcajes individuales, en los que el defensa se desentendía del juego y perseguía a su presa por todo el campo; tiempos de “pasa el balón pero no el jugador”. Diego Maradona, el mejor jugador de aquel momento, era una víctima habitual de tales marcajes. Como el que le hizo el italiano Claudio Gentile, en el Mundial 82, consiguiendo sacar del partido a Diego. “El fútbol no es para bailarinas”, diría el defensa italiano tras el partido.
Gentile repitió marcaje, unos días más tarde, sobre Zico. Resultado: Italia levantó la Copa del Mundo y Brasil, la Brasil de Sócrates, Toninho Cerezo, Zico y Falcao, el equipo que maravilló al mundo durante el verano del 82, se fue a casa.
Maradona salió ileso de su cara a cara con Gentile, pero por poco tiempo. En septiembre de 1983, una salvaje entrada del central del Athletic Andoni Goikoetxea le destrozó el tobillo. A Goiko, que un par de años antes ya había lesionado a Schuster, la prensa inglesa le colocó el apodo de El carnicero de Bilbao. Cuando se fue al Nápoles, Maradona respiró aliviado, como cuenta en su biografía ‘Yo, el Diego’: “Los defensores italianos no eran como los españoles: en España te mataban a codazos y a patadas, a mí me pegaron hasta en la lengua, pero en Italia no, porque la televisión los mandaba en cana a todos y porque se entrenaban para marcar. ¡Y eso que yo tenía el recuerdo Gentile!”
Los centrales del Sevilla: una saga temible
En los años 90 el juego se suavizó gracias al endurecimiento del reglamento y a la proliferación en los estadios de las chivatas cámaras. Aun así, siempre hay futbolistas a los que les gusta coquetear con los límites. La escuela de centrales del Sevilla es productiva en este aspecto. Desde Diego, Martagón y Prieto hasta la pareja Pablo Alfaro – Javi Navarro, la zaga sevillista ha acumulado fama de no hacer prisioneros.
En los últimos años, David Navarro, especialista en codazos y agresiones variadas; el holandés De Jong, que probó la resistencia de las costillas de Xabi Alonso en la final del Mundial, o el madridista Pepe, con su zapateado sobre Casquero, han sido algunos de los futbolistas que han portado el testigo de los Stiles, Aguirre Suárez y Gentile, aunque sin llegarle a estos a la suela de la bota. En este tema, afortunadamente, cualquier tiempo pasado fue peor.
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