Cuando Perico fue el loco de los Pirineos
En 1983 el Tour de Francia era para el ciclismo español territorio casi prohibido. Lejos quedaban los triunfos de Bahamontes en 1959 y Ocaña en 1973. Había que remontarse a 1978 para encontrar la última victoria de etapa española, obra de Miguel María Lasa. En los últimos años la actuación era prácticamente testimonial, sin apenas protagonismo. El décimo puesto de Alberto Fernández en 1982, acompañado de dos terceros puestos en sendas etapas, era considerado un logro.
Tal y como estaban las cosas, parecía arriesgada la decisión de José Miguel Echavarri, director deportivo del equipo Reynolds, de acudir al Tour al mando de un ramillete de jóvenes ciclistas como Ángel Arroyo, Julián Gorospe, José Luis Laguía y Pedro Delgado. “Hablar del Tour en el pelotón español era mencionar al diablo. Cuando decidimos ir, la gente se mofaba de nosotros en el pelotón y nos decían ¿a dónde váis?”. Las palabras de Echávarri a la revista Ciclismo a Fondo en 1989 reflejan la situación en aquellos primeros años ochenta.
Vive Le Tour
El origen del Reynolds se remonta a finales de la década de los 70, cuando Echavarri monta un equipo de ciclistas aficionados y consigue el patrocinio de la marca de papel de aluminio. En 1980 pasa al profesionalismo. En aquel seminal Reynolds estaban José Luis Laguía, Anastasio Greciano y Dominique Arnaud, el francés que logró el primer gran triunfo para el equipo al llevarse una etapa de la Vuelta de España. Rápidamente el equipo fue consiguiendo victorias y creciendo en el seno del pelotón español.
En 1983 Echavarri decidió que era el momento de dar al salto y cruzar los Pirineos. El Reynolds se presentó en el Tour con un equipo lleno de juventud e ilusión y dos teóricos jefes de filas: Julián Gorospe y Ángel Arroyo. Gorospe acababa de perder frente a Bernard Hinault una Vuelta a España que parecía llevar su nombre. A falta de dos etapas para el final, el francés reventó la carrera camino de Ávila y Gorospe se hundió, entregando más de 20 minutos en la meta. Por su parte, Arroyo había sido coronado en Madrid como vencedor de la Vuelta de 1982, pero fue desposeído a posteriori por doping, recayendo el título en Marino Lejarreta.
Gorospe y Arroyo eran, por tanto, las dos caras más conocidas de aquel Reynolds. Sin embargo, Echavarri se guardaba un as en la manga. Un casi desconocido joven segoviano de 23 años, enjuto cuerpo y pelo encrespado que respondía al nombre de Pedro Delgado. Perico para los amigos, y pronto para el mundo entero.
El loco de los Pirineos
Una vez superadas las típicas etapas llanas, la carrera llega a los Pirineos en la décima jornada. Con final en Luchon, el pelotón tiene que pasar por cuatro puertos míticos: Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde. Los dos primeros, de categoría especial; los dos últimos, de primera. El escocés Robert Millar y el colombiano Patrocinio Jiménez coronan juntos Tourmalet y Aspin y llegan en cabeza a las faldas del último puerto. Por detrás, subiendo el Peyresourde, Pascal Simon y Delgado dejan a Fignon y van recortando diferencias con el dúo escapado. Antes de coronar, Millar demarra y Jiménez se descuelga. El escocés pasa por la cima con 20 segundos sobre el colombiano y 35 sobre Perico, que ha dejado atrás a Simon.
Bajando el Peyresourde, Delgado se entrega a una persecución frenética de Millar. Ambos van lanzados en un descenso vertiginoso, pero la diferencia apenas mengua. En ese momento, Delgado se acuerda de un ciclista ruso al que había visto adoptar una extraña y atrevida postura en el Tour del Porvenir de 1978 y decide imitarlo. Perico separa su cuerpo del sillín, inclinándose al máximo hacia delante, con el culo elevado y la cabeza saliendo entre el manillar de la bicicleta, en una posición tan arriesgada como aerodinámica. Las cámaras de televisión captan la espectacular imagen y el segoviano comienza a convertirse en una celebridad.
La maniobra le funciona al segoviano, que supera a Jiménez y va recortando tiempo a Millar. 27 segundos, 15, 12. Al afrontar la recta de meta, el segoviano tiene a la vista a su rival, pero el escocés pasa bajo la pancarta seis segundos antes. Era la primera de las batallas que ambos librarían como profesionales. Un par de años después, Perico le arrebataría al escocés la Vuelta camino de Segovia, en una larga escapada junto a Pepe Recio. Pero esa es otra historia.
Al día siguiente de aquel descenso kamikaze, el diario L’Equipe publicó una foto de Pedro Delgado en pleno descenso y el titular: “Le fou des Pyrénées” (El loco de los Pirineos). Todos los periodistas preguntaban por él. Se había convertido en el ciclista de moda.
El Tour, entre ceja y ceja
Pasan las etapas y Perico sigue siendo protagonista. En la cronoescalada de Puy-de-Dôme consigue el segundo mejor tiempo, sólo por detrás de su compañero Angel Arroyo, logrando así un doblete español. Un par de jornadas más tarde, en la etapa que termina en Alpe d’Huez, el segoviano se aúpa al segundo puesto de la general, a poco más de un minuto de Laurent Fignon. Sin embargo, la alegría dura solamente 24 horas, el tiempo que tarda Delgado en sufrir una de sus famosas pájaras. En la última etapa de montaña, camino de Morzine, se deja 25 minutos y la posibilidad de terminar entre los diez primeros de la clasificación general final. Fignon se viste de amarillo en París, con Ángel Arroyo en el segundo escalón del podio. Delgado termina decimoquinto. Después de tantos años, el ciclismo español vuelve a reclamar protagonismo en el Tour de Francia.
Perico volvió de Francia ese verano de 1983 fascinado con la carrera que acababa de disputar, con la obsesión de regresar para luchar por la victoria. Cinco años después, en 1988, pudo al fin ver su sueño cumplido. Atrás quedaban la rotura de clavícula bajando el col de Joux Plane en 1984, la victoria entre la niebla en Luz Ardiden en la edición del 85, el abandono entre lágrimas en 1986, después de conocer el fallecimiento de su madre, el épico mano a mano con Stephen Roche en 1987, cuando se tuvo que conformar con el segundo cajón del podio por 40 míseros segundos. Y, por supuesto, aquella tarde en que se dio conocer al mundo bajando el Peyresourde como alma que lleva el diablo. El día en que Perico fue el loco de los Pirineos.
Fotos | https://pedrodelgado.com
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