Cuando los marines invadieron Inglaterra
En la noche heladora y clara del 22 de Abril de 1778, el USS Ranger fondeaba a unas dos millas de la desprevenida ciudad de Whitehaven, en la costa de Cumbria, Inglaterra. A las 23:00 dos botes eran echados al agua con 30 hombres entre marineros y marines, armados de pistolas y armas blancas, al mando el primer bote del mítico John Paul Jones y el segundo al mando del teniente Wallingford, de los Continental Marines. Los dos botes remaron duramente contra la marea durante tres largas horas rumbo al puerto, donde se encontraban apiñados unos 400 buques mercantes, a los que la fuerza de los EEUU pretendía pegar fuego.
El plan, como todos los planes, empezó a no ir como debía inmediatamente, a causa de los retrasos acumulados por la falta de viento y una tripulación agotada. Primero intentaron desembarcar en la costa cerca de Saltom Pit, para después recorrer la costa y asaltar las defensas, pero la costa era demasiado rocosa para acercarse y el mar estaba demasiado revuelto como para intentarlo. Esto les hizo perder otra media hora más, por entonces remaban bordeando la batería del New Quay para entrar en el puerto. Mientras, aparecían las primeras luces del alba del 23 de Abril.
Una vez en puerto, la intención era que los marines de Wallingford prendieran fuego a los barcos de la mitad norte de los muelles, mientras Jones inutilizaba los cañones del fuerte que podrían aplastar a sus dos botes mientras escapaban.
Jones desembarco primero a la base de la fortificación, y siendo una noche fría como era, no encontró a los centinelas en las garitas ya que se habían refugiado en el cuerpo de guardia de las inclemencias de la noche…a nadie se le ocurría pensar en un ataque yankee en Cumbria. Según el propio Jones, el mismo lideró el asalto, que realizaron subiendose unos encima de los hombros de otros para salvar la muralla, entrar en tropel en el cuerpo de guardia, y pillando desprevenidos a los ingleses, neutralizarlos sin derramamiento de sangre.
A cargo de su bote, Jones había dejado al teniente Meijer de la Navy, que incluso pensó en salir por piernas, remos en este caso, si no observaba que a Jones le fuese bien…de hecho no fue hasta que volvió a bajar el propio Jones a encorajinar a sus hombres tras el éxito en el fuerte, que Meijer decidió unirse a la misión.
Asegurado el fuerte pues, Jones sube junto al marinero Joe Green a clavar los cañones de la batería de la Media Luna, a unos 250 m del propio fuerte, en la orilla, tras la roca de Tom Hurd. Eran cañones de 32 libras capaces de alcanzar mas de una milla que hubiesen hecho imposible escapar con vida de la incursión.
Antes, mandaba al resto de sus hombres a prender fuego a los barcos en la parte sur del puerto.
USMC, asolando tabernas portuarias desde 1778
Mientras su capitán estaba tomando el fuerte y clavando los cañones Wallingford y sus hombres, desembarcaban en el Old Quay, al norte del puerto y enfilaban directos…¡¡a la taberna!! Luego le contarían a Jones que en realidad estaban asegurando también el ayuntamiento que estaba al lado de la taberna para que nadie diese una posible alarma, y de paso buscar elementos para hacer más fácil el fuego…lo cual puede ser cierto, pero no es menos cierto, que de camino, se bebieron el Nilo y se emborracharon como piojos asaltando valerosamente las reservas estratégicas del pub.
Cuando Jones vuelve de inutilizar los cañones, se desespera al ver que aún no hay un solo barco ardiendo, aparentemente porque tanto sus hombres como los de Wallingford han perdido sus teas y no tienen con que prender un fuego consistente. Rápidamente se hacen con una tea del ayuntamiento y vuelven a la carrera a través de los muelles, donde pronto se encuentran cerca del primer barco, The Thompson, lleno de carbón dublinés. Sacan a los muchachos que habían sido dejados a bordo de sus camas, y en el siguiente navío, The Saltham, intentan sobornar a los grumetes para que se unan a ellos, pero los chicos se niegan y son sacados atados y amordazados del barco. A partir de aquí empiezan a lanzar teas a varios barcos y un barril con brea al Thompson que era uno de los más grandes, además cargado de carbón, con la esperanza de que el fuego se extienda fulgurantemente.
De alguna manera, durante toda esta confusión, un hombre de Jones llamado David Freeman parece que siente preocupación por el futuro de la población ( muchos de los rebeldes habían nacido en Gran Bretaña, el propio Jones era escocés de cuna) y se escabulle para llamando a todas las puertas de las casas, alertar de que se había declarado un fuego que podría consumir toda la ciudad. Recordemos que apenas un siglo antes Londres había ardido como una cerilla por una simple chispa en una panadería, y Whitehaven no solo tenía 400 barcos apiñados por la mera baja, muchos de ellos llenos de carbón, si no que además, alrededor del muelle y dentro de la ciudad había multitud de almacenes repletos de carbón, ron, azúcar, tabaco… Por estos motivos la población se pone en marcha rápidamente y además cuenta con carros apagafuegos, y con una decidida y valerosa colaboración de todos los habitantes, consiguieron dominar el fuego prontamente.
Una retirada a tiempo ¿es una victoria?
Todavía quedaba escapar de allí y Jones nos cuenta que ellos permanecieron firmes entre la multitud que pretendía apagar el fuego y The Thompson, impidiéndoles apagar el fuego hasta que este amenazó con quemarlos a ellos. Esto es bastante creíble, ya que a la 4 de la madrugada, medio dormidos, con todo aquel follón de sopetón, encontrarse a unos 30 hombres armados y con rehenes, no parece una situación ideal para luchar, por lo que es probable que esperaran a que Jones se retirara para atacar al fuego.
Estando corto de espacio en los botes Jones solo se lleva tres prisioneros, mientras sale del puerto a todo remo ya que aún quedaban un par de cañones hábiles en la batería de otro fuerte al norte de la ciudad que les cañoneo en la fuga.
Así llegan al USS Ranger, con una misión completamente fracasada pero que sería utilizada en los Estados como victoria propagandística, asi como meneo a los británicos y les hizo perder confianza en la seguridad ancestral de su Isla. Entre las alegaciones al comportamiento de muchos de sus hombres, desde Wallingford hasta Freeman, era constante la “reluctancia a destruir las propiedades de la pobre gente” y es que en el fondo, como decíamos antes, los lazos con Gran Bretaña eran en algunos casos aún intensos, el propio Jones había nacido en Escocia, y una cosa es escabechar casacas rojas que atacan tu libertad y tu granja, y otra quemarle la casa a unos primos trabajadores de ultramar.
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