Ben Stiller es un tipo gracioso. Y punto
El agua moja, el cielo es azul y las mujeres tienen secretos decía el gran Joe Hallenbeck –un inmenso Bruce Willis en una de mis cintas favoritas de Tony Scott, El últumo boy scout–.Y los cómicos son graciosos, podría haber añadido. Porque eso es algo en lo que todos podríamos estar más o menos de acuerdo, ¿no? Pues no. Hay quién discrepa. Y la verdad es que es alguien con criterio y que sabe de lo que habla: Ben Stiller. Es cierto: Ben Stiller no se cree nada gracioso.
Al menos eso es lo que dijo una vez en una entrevista publicada en no sé qué medio hace no sé cuánto tiempo. Y a esa declaración –probablemente sacada de contexto– se agarraba como clavo ardiendo la periodista noruega que, en plena mesa redonda con Ben Stiller, se obstinaba en sacar el tema una y otra vez e impedía que el resto pudiésemos hablar de lo que realmente interesaba: su último trabajo –Un golpe de altura… una comedia, claro– en el que formaba equipo con Eddie Murphy, otro chistoso de armas tomar. ¿Pero cómo puedes decir que no eres gracioso y protagonizar comedias? Le suelta desentendiéndose del hilo de la charla. No, no. Lo que digo es que no intento resultar gracioso. Es el guión, la situación y los personajes lo que hacen que resulte divertido.
Y volvemos al hilo de la conversación. Estábamos en el día que Eddie Murphy se presentó a Stiller. Fue en un Coffee Bean de Los Ángeles. Stiller estaba haciendo cola cuando Murphy le dio un toquecito en la espalda, se presentó y le dijo que era un gran admirador. El mundo al revés, reía Stiller. Pronto se dieron cuenta que los dos compartían los mismos ídolos (¡Harold Lloyd!), habían frecuentado los mismos clubes de comedia… con casi lustros de diferencia claro, aunque Murphy solo es un par de años mayor que Stiller, el protagonista de Superdetective en Hollywood se convirtió en superestrella a los 23. A los dos, además, les encantaba el slapstick y la comedia física y… Atención, peligro: la periodista noruega ataca de nuevo: ¿Ves como sí eres un tipo gracioso? Silencio. Y al poco, ajena a todo y ¡Jugando con uno de sus rizos!: De verdad, ¿Cuál dirías que es la parte de tu cuerpo más graciosa? Fue entonces cuando tuve un flash. Me vino a la mente esta escena:
Pero no. Stiller nunca sacó a relucir su lado Joe Pesci. Es más: contestó y contestó y, tras unos minutos de descanso, volvió a contestar porque creía que un cómico nunca debía intentar ser gracioso. Y eso fue lo divertido del asunto. Todos formábamos parte de un oxímoron total: una escena hilarante en la que un cómico de fama mundial justificaba que, intentar no ser gracioso, es el secreto para resultar divertido. Y sin perder ningún momento el dominio de si mismo, la compostura, sin morderle la yugular, vaya. Como diría el gran Pazos, Muy profesional. Y eso da pie a que cuente el último chascarrillo que nos contó Stiller: la bronca tremenda que Steven Spielberg le soltó en el set de El Imperio del Sol.
¡Sorpresa! No es ningún secreto: uno de los primeros papeles de Ben Stiller en el cine fue de secundario en esta épica (y hoy injustamente arrinconada) cinta, una de las producciones más adultas de Spielberg en la que también despuntó otro joven actor hoy convertido en superestrella, Christian Bale. Si os fijáis en la foto lo veréis: las orejas son inconfundibles. Incluso podemos apreciar en su porte los primeros apuntes de la Mirada Acero Azul de Derek Zoolander. La bronca, contada muy graciosamente por Stiller, fue así:
Recuerdo que era una toma con steady-cam, muy larga, en la que Christian entraba en los barracones de los prisioneros estadounidenses. La cámara le seguía hasta el final de la habitación, dónde estamos John Malkovich, Joe Pantoliano y yo. Y cuando me toca decir mi frase, después de seis minutos de plano secuencia, me equivoco y digo: ¡Vaya! ¡Lo siento! Casi mejor que cortemos. Steven Spielberg estaba fuera del barracón, mirando la escena en los monitores. Todo quedó en silencio. Hasta que escuché una voz a través de los walkie-talkies: ¿Qué ha pasado? Lo cogí y dije que bueno, que había cortado la escena porque me había equivocado y… Oí un barullo a través del walkie y de repente Steven entró en el set hecho una furia. ¡Soy yo el que canta corten! Y empezó a gritarme y yo me mareé y sentía como me iba haciendo pequeño y solo quería desaparecer. Pero aprendí la lección: un actor nunca corta una toma.
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