R.E.M. y el Gutiérrez Festival de 1999
Ir a un concierto. Comprar una entrada a precio prohibitivo (más gastos de gestión). Pagar una cerveza a precio de néctar divino. Acomodarte en algún rincón de la sala (preferiblemente lejos de las primeras filas) y disfrutar de la actuación reposadamente, quizás de brazos cruzados, mientras dos o tres cotorras detrás de ti comentan que lo que se lleva esta temporada son los cardigans de punto. No siempre fue así, y dicen los más talluditos que, en la España de principios de los 80, ir a un concierto era una experiencia emocionante, tumultuosa y a veces hasta peligrosa, en una sociedad todavía no muy acostumbrada a aquello del derecho de reunión.
Desconozco cuanto hay de mito en todo aquello, pero sí recuerdo que cuando comencé a ir a conciertos, allá por finales de los 90, no era infrecuente salir de la sala, estadio o festival con algún que otro moratón. Puede que me pueda la nostalgia, pero lo cierto es que la media de edad del público era bastante menor que la de ahora, se bailaba pogo hasta con los medios tiempos, y estar entre las primeras filas parecía ser un derecho constitucional al que nadie quería renunciar. Es una época en la que a los conciertos en salas y estadios se unieron los primeros festivales organizados en España, como el Fib, el Festimad, el Espárrago Rock o el Doctor Music Festival, que venían a sustituir a los denominados macro-conciertos, jornadas maratonianas montadas en torno a un gran nombre que se desarrollaban durante una tarde-noche. Y en esto que, en 1999, Doctor Music decidió organizar el Gutiérrez Festival (el Guti para los amigos), un festival de un único día en Madrid que reunía características de los dos tipos de eventos antes citados.
El festival
Y así es como, lo que en principio iba a ser un concierto de R.E.M., se convirtió de golpe y porrazo en uno de los festivales más singulares que se han visto por aquí. Tanto, que nunca llegó a tener una segunda edición. El festival se celebró el 19 de junio de 1999 en el estadio de La Peineta de la capital, bajo un sol de justicia, temperaturas de más de 30º, y un mejunje de grupos que mezclaba a Manta Ray con Molotov o a los debutantes Melon Diesel con Orbital.
Quizás esta heterogeneidad de bandas y la no existencia de un concepto de “lo indie” tan definido como hoy día, se optó por una imagen protagonizada por un bigotudo forzudo circense conocido como “el Guti” y un rollito medio canallita, medio macarrilla que te invitaba a ponerte la pulsera en el “brazo de gitano” y que prohibía rebozar las mismas para venderlas como calamares a la romana. Ah!, los años 90.
Los precios, claro, de otra época. 5000 ptas. la entrada y 200 ptas. cada Guti (la moneda oficial del festival): uno era caña, dos copa.
Los conciertos
El Guti abrió sus puertas a las 13:00 h. del mediodía y, pese a lo extraño que pueda resultar hoy día, las colas se formaron desde primera hora y no desde media tarde como podría parecer más razonable. Lógicamente, y dadas las temperaturas, Melón Diesel, Sexy Sadie y Manta Ray, que actuaron entre las 15:00 h. y las 19:00 h. tuvieron a su público a refugio del sol en el graderío… y un extenso campo de fútbol vacío frente al escenario. Más suerte tuvieron Placebo, que aún no habían alcanzado su pico de fama pero que acababan de publicar su segundo (y quizás mejor) álbum. En cuanto a Molotov, hoy día olvidados pero popularísimos en aquel momento, congregaron ya a una enorme masa de fans en el campo y las primeras avalanchas de público y pogos organizados por sujetos que no tenían mucho aspecto de haber venido a ver a REM u Orbital.
Pero si hay una actuación que escogería para definir el festival esta sería la de Hole. Un concierto tan catastrófico y desastroso como inolvidable para cualquiera que estuviese allí: puro punk. Por un lado, un público que recibió a Courney Love bajo gritos de asesina (entre otras cosas no peores) y que mostró un desprecio absoluto por la banda. Por otro, a la viuda de Cobain desafiante, medio beoda, subiendo a chicas del público para decorar el escenario e incluso enseñando el culo en algún momento bajo el pretexto “esto no lo va a hacer Michael Stipe”. Para rematar, un sonido terrorífico (el peor de su historia como banda, según Love) y botellas voladoras durante algo más de una hora. Ah!, y la bellísima Melissa Auf der Maur en shorts blancos. Lo dicho, inolvidable.
Los R.E.M.
A la hora de R.E.M., el calor, la falta de agua y las avalanchas de los que estaban más atrás para alcanzar mejores posiciones habían provocado decenas de lipotimias y espachurramientos, especialmente entre el público femenino más joven. No exagero si afirmo que servidor nunca había estado tan cerca de la deshidratación en su vida ni volvería a estarlo en los 13 años siguientes. En cuanto a los de Athens, que casi iniciaban una gira como trío que habían asegurado que no harían, ofrecieron un set caracterizado por un sonido regulero y un cancionero centrado sobre todo en sus álbumes de los 90 y no tanto en el reciente Up, como erróneamente comentaron algunas crónicas. Como fan de la banda, he vuelto a ver al grupo un buen puñado de veces, pero es de esta de la que quizás tengo recuerdos más vivos: cayeron la mayoría de sus grandes éxitos, algunas sorpresas de sus discos ochenteros (Sitting Still, Driver 8.), momentos más solemnes (escalofriante Sweetness Follows) o divertidos (Pop Song 89), algún estreno (The Great Beyond) y la rara oportunidad de ver a un aún joven Michael Stipe sólo en el escenario, desnudo de cintura para arriba, tocando una guitarra acústica antes de los bises. Se despidieron con la inolvidable Fall on Me y una enloquecida End of the World en la que lanzaron los micrófonos al público, y también lo hizo en gran medida un extenuado público que después de una decena de horas no parecía muy dispuesto a disfrutar de Orbital.
Las secuelas
El Gutierrez Festival congregó entre 16 mil y 20 mil personas según las crónicas de la época, un número de visitantes a priori bastante decente pero que probablemente no cumplió las expectativas de Doctor Music. Ciertamente, las partes más elevadas del graderío lucían desoladoramente vacías, en contraste con el aspecto que lucía la colina que cierra el fondo sur que cierra el estadio, repleta de curiosos que intentaban ver y escuchar lo que ocurría en el interior. El festival nunca volvió a celebrarse, aunque curiosamente la promotora volvió a organizar un festival de un día con R.E.M. de cabezas de cartel en 2008, el extrañísimo Doctor Loft (¡un festival que empezaba a las 5 de la mañana!) que, esta vez sí, devino en fracaso total y absoluto de público. Pero esa ya es otra historia.
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