Peregrinaje arquitectónico, cuando La Meca es una casa
Si todos tuviéramos que tener una religión, la mía sería sin duda la arquitectura, y mi dios Mies van der Rohe. Un arquitecto adelantado a su tiempo, que empezó a diseñar hace exactamente un siglo, pero cuyas creaciones, que incluyen grandes rascacielos, pabellones, viviendas y mobiliario, siguen siendo hoy en día signo de modernidad y elegancia.
Como buen arquitecto del Estilo Internacional, Mies tiene edificios distribuidos por todo el mundo, desde su Alemania natal hasta Estados Unidos, e incluso en Barcelona, lo cual convertía mi deseo de vivir su obras de primera mano en algo místico, en un peregrinaje arquitectónico. Solo que en este caso La Meca es una casa.
El desencadenante
Todo empezó como empiezan las películas de suspense: con el final. En un viaje a Berlín pude visitar de forma fugaz la Neue Nationalgalerie, la última obra del arquitecto, el culmen de su búsqueda de la simplicidad conceptual, el vivo ejemplo de su máxima “menos es más”. Se inauguró 1968, un año antes de su muerte, como si se hubiera resistido a morir hasta que su idea de la perfección tomara forma.
A pesar de haber visto infinidad de fotografías desde todos los ángulos, haber estudiado los planos y los detalles constructivos, y haber leído todo lo relacionado con ella, la emoción se apoderó de mi corazón al ver emerger la cubierta de acero negro sobre el atrio de piedra, mientras me acercaba por una calle lateral.
Aquel edificio era de una belleza estremecedora. Rotundo y contundente, imperial y religioso, y a la vez ligero como una pluma, como si apenas quisiera apoyar en el suelo los ocho pilares que lo sustentan. Me sentía como debe sentirse un explorador cuando encuentra por fin esa especie que lleva semanas buscando en la selva, y se presenta ante el magnífica, en todo su esplendor.
El tiempo se detuvo, lo sonidos se acallaron, e incluso temí sacar una foto que sería incapaz de captar su hermosura. Quizás por mi impericia, aunque probablemente se debiera a que el ojo de la cámara no la miraría como la miro yo.
Esta experiencia fue el desencadenante de otra mucho mayor, viajar a Estados Unidos para visitar los edificios que Mies fue construyendo a mediados del siglo XX en Nueva York y, sobre todo, en Chicago, para acabar finalmente en una pequeña casa perdida en medio del estado de Illinois. Así, podría concluir mi peregrinaje arquitectónico en mi Meca particular: la casa Farnsworth. Aunque eso, merece capítulo aparte.
En 1001 Experiencias | Vi una aurora boreal, un espectáculo de luz y movimiento
En 1001 Experiencias | La ciudad se transforma con el grafiti animado de Vjsuave
COMENTARIOS
2