NBA en estado puro, así se vive un partido de Los Ángeles Lakers
Casi cincos días de mi ruta californiana estuve disfrutando de Los Ángeles, pero en ningún momento pensé que acabaría en el Staples Center. Sin embargo, ir allí era una de las sorpresas que me tenía preparadas un buen amigo de la ciudad de las estrellas. Dos entradas gratis para ver en directo a los Lakers aplastar a los Sacramento Kings “¿Que no te gusta el basket? ¡No sabes lo que dices, esto tienes que verlo!”
Dicho y hecho. Apenas 48 horas después estábamos sentados en el segundo anfiteatro del pabellón mirando hacia los banquillos. Con la expectativa y el tremendo ambiente que se crea hubiera sido razonable abstraerse, pero un grupo enorme de cámaras rodeando a algún famoso me recordó que en lugares así no es ninguna casualidad inesperada encontrarse a Sylvester Stallone.
Alberto Bernabé Sáez salió de un pequeño pueblo al norte de Madrid con hambre comerse el mundo pero acabó estudiando medios interactivos en la Universidad Rey Juan Carlos. Amante de los viajes cuando el tiempo y la riqueza se lo permite, comenzó a publicar tocando diferentes temas desde los videojuegos y las telecomunicaciones hasta las políticas sobre la red. Con el tiempo, el destino y la vocación le llevaron a Twitter y otras tantas redes sociales, sector del cual hizo su pasión y acabó escribiendo sobre ellas en Genbeta Social Media.
A la salida intentaría saludarle, pensé mientras la cancha se quedaba en penumbra y se presentaban los equipos con sonido atronador y vídeo épico con todo el estilo estadounidense. Allí estaba Bryant, Gasol y otros tantos que me esforcé en conocer porque la ocasión lo merecía. No obstante, para cuando en el primer cuarto la estrella de los Lakers nos levantó del asiento con un alley-oop, ya había entendido que lo que allí había era mucho más que un simple partido de baloncesto; para empezar, era uno de los últimos partidos de Phil Jackson como entrenador angelino.
Mates y tapones a cada cual más espectacular son sólo interrumpidos por los tiempos muertos, un pequeño momento de relajación en el que coger aire (quizás tambien un perrito caliente y un refresco) antes de volver a poner toda la carne en el asador. Si no te contagias con la fuerza que se imprime en el campo, eres inhumano. Por si acaso, para asegurarse de que el hechizo funciona ya están las cheerleaders.
Aunque los detalles en la retina los cuento por decenas, intimidad es la palabra que mejor define el momento. Ves gigantes de dos metros volar, gritar y caerse a apenas unos metros de distancia. Aquí no hay medidas propias del fútbol y el parqué es lo suficientemente reducido como para que la sensación sea similar a la de una olla a presión. Quizá influya la enormidad de los jugadores (algunos impresionantes), pero todo parece suceder cerca, muy cerca de ti.
La televisión engaña y, además, empequeñece. Lo que no se reduce es el resultado, 116-108 y victoria para los Lakers. Todo el graderío se fue a casa más que satisfecho y yo había sido la excepción. ¿Había dicho que no me gusta el baloncesto?
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