Hombres, niños y la precocidad profesional sobre dos ruedas
¿Recuerdan aquel anuncio de Colacao? Una madre orgullosa narraba la historia de un pequeño gran piloto con imágenes de hacía una década. Un chaval de apenas cuatro años pilotaba como alma que lleva el diablo por las curvas de un karting cercano. Aquel niño no era otro que Dani Pedrosa, campeón del mundo 125cc y doble campeón en 250cc. Dani tiene ahora 27 años… habiendo pasado 20 en competición.
Al norte, en unas islas donde aun puedes creer ver gnomos, corren otros tipos. Llevan barba, muestran arrugas, cicatrices y huesos fracturados. Hablan en inglés, pero lo que dicen dista de lo que nos enseñaron en la escuela. Nacieron en pueblos diminutos, mientras uno luchan por caber en un mono de cuero cada vez más ajustado el otro se pelea con el colchón de su furgoneta para conciliar el sueño. La mayoría no alcanzará la gloria hasta rondar los 30 años. Son los pilotos de road races como el Tourist Trophy de la Isla de Man.
Son dos mundos distintos. Son contratos millonarios contra la lucha por poder participar. Son vuelos por medio mundo contra furgonetas y remolques. Son niños contra hombres.
De un tiempo a esta parte la parrilla de MotoGP ha caído en manos de la juventud, apeando de sus monturas a los más experimentados. Ha ocurrido año tras año hasta llegar a situaciones en las que un chaval de 19 años se convertía en la mayor esperanza de la mayor compañía de dos ruedas, y de todo un campeonato. Pasó primero con Dani Pedrosa, y ha vuelto a ocurrir con Marc Márquez.
Nadie pondrá en duda la madurez de estos chicos cuando se habla de competición. Aunque a veces su comportamiento, como personas, está lejos de ser el esperado en un adulto, quizá porque en realidad no lo sean. El año pasado, sin ir más lejos, Maverick Viñales, uno de las estrellas de Moto3, dejó plantado a su equipo en Sepang por discrepancias con el mismo. En otras palabras, Mack tuvo una pataleta: discutió con sus jefes, abandonó el circuito y se fue de vuelta a casa.
Hasta Valentino Rossi, que tantos fichajes intentó boicotear, quiso, y de hecho así lo hizo, poner un muro entre su box y el de Jorge Lorenzo. ¡No le den lo mismo que a mí! ¡a ver si me va a ganar! Ese es el ambiente de MotoGP, plagado de chiquilladas que son sólo parcialmente cubiertas gracias a excepcionales acciones heroicas que no llamarían tanto la atención en otra parte. Que Jorge Lorenzo corriera con la clavícula recién operada ha servido para olvidarnos del pollo montado por Dani después de que su compañero de box utilizara su puesta a punto. ¡Señoooo, Marc se ha copiao!
Porque allí, en la Isla de Man, las tonterías no están de moda. Allí van para dar gas, para ganarse la victoria pasando a 290km/h en vez de 285km/h por una curva de dudoso agarre escoltada por muros de piedra. Y sí, tu contrincante es el peor enemigo en la pista, pero un compañero de faenas cuando te quitas el casco.
Habremos ganado increíbles atletas de élite capaces de romper cualquier récord, pero no olvidemos que jugarse la vida no debería ser cosa de niños.
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