Gimnasios que te persiguen, gratuitos hasta que dejas de ir y otras formas de quemar grasa
Los gimnasios (o el gym, como ahora se dice de forma más cool), siempre me han transmitido una sensación epitelial parecida a la de entrar en un colegio. Rechazo, miedo, traumas freudianos. No sé si es su olor, la sonrisa de leche cálcica de la persuasiva recepcionista o la catadura de su clientela. Pero me echo a temblar.
Otra cosa eran los gimnasios de la Antigüedad. En esas circunstancias sí que habría acudido de buena gana. Entonces no sólo se practicaba carrera, pentatlón, lanzamiento de disco, salto, lucha y danza. También se hacían ejercicios intelectuales, pues el gimnasio era el centro de reunión de filósofos y literatos. Mentes de la época como Sócrates hacía jogging en su jardín para reducir el vientre, que, como el mío, había superado su justa medida.
Aunque… bien, iban completamente desnudos.
Sergio Parra es periodista y escritor. Divulga ciencia en Xataka Ciencia, Quo, Conec y Mètode, hace crítica cultural en Papel en Blanco. También colabora con Editorial Planeta y asesora científicamente a RBA coleccionables. Es autor de varias novelas y relatos y próximamente publicará su primer libro de viajes en Editorial Martínez Roca, así como una biografía de Michael Faraday para RBA. Podéis seguirlo en twitter en @SergioParra_
En esa época, los atletas competían sin ropa para realzar su figura y como forma de tributo a los dioses. Y es que la palabra gimnasio procede del griego gymnos, que significa desnudez. Incluso actualmente, esa herencia nudista se ha revitalizado en Holanda: los usuarios de un gimnasio de Heteren ya pueden hacer sus entrenamientos como Dios los trajo al mundo.
No obstante, reconozco que si hubiera nacido neoyorquino o viviera en Nueva York, entonces es posible que ahora tuviera una idea muy distinta del asunto. Lo digo porque he descubierto que allí sí que saben divertirse, no como aquí. Allí no se limitan a levantar pesas, correr sobre la cinta infinita o nadar largos y más largos en una piscina llena de orines y vello púbico. Ir a un gimnasio en Nueva York es como ir a un chiqui-park. Como muestra del amplio catálogo de actividades quema-grasas que ofrecen, un botón:
-Cycle Karaoke: los participantes cantan mientras pedalean.
-Spinning combinado con cine: fusión de bicicleta y visionado de películas. En la variante poética, se suda mientras se escuchan poemas ensalzadores.
-Bull Girl Workout: fusión de pilates, ballet y entrenamiento militar. Ahí es nada.
-Pole Dancing: bailar sensualmente alrededor de una barra vertical, como en los locales de striptease.
-Cardio Striptease: ejercicios basados en los movimientos del striptease, pero sin quitarse la ropa.
-Stiletto Strengh: las mujeres fortalecen sus piernas sobre tacones de aguja, aunque el riesgo de lordosis sea elevado.
-Factor-Ex: golpear un saco de boxeo con una foto adherida de la ex pareja. Sin duda debe de ser estimulante.
-Stunts: mezcla de acrobacias y cine, donde los alumnos reciben entrenamiento cardiovascular mediante técnicas de las películas de acción. Filman peleas, caídas y saltos para, al final de mes, ver la cinta. Suena divertido.
-Play: el juego del escondite pero en plan deportivo.
Aparte de todas estas originales prácticas, los gimnasios de la Gran Manzana no te dejan escapar: se han dado cuenta de que la mayoría de las deserciones o abandonos de sus clientes se originan porque no hay un compañero de ejercicios con el que acudir al centro. Por ello (y también para evitar que la holgazanería tiente al cliente), los gimnasios cuentan con animadoras. Su tarea consiste en animar a los socios.
Literalmente, les pagas para que te llamen a casa si no vienes, para que te persigan, para que te persuadan a fin de ir siempre un poco más allá de tus posibilidades. Incluso, para quienes no les funciona ni siquiera eso, existe la alternativa de dejar un depósito de 200 dólares. Si no acudes al menos a 12 clases en 6 semanas, entonces no te devuelven el depósito.
Otros gimnasios son completamente gratis… siempre que acudas a ellos. Por cada día que no vayas, pagas una penalización.
Pues eso, después de las copiosas comilonas de estas fiestas navideñas, atreveos a ir a un gimnasio de estas características. Os garantizo que luciréis tipazo en verano.
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