Experiencias inolvidables

Elogio de Frank Rijkaard

La memoria son los relatos. La historiografía vive obsesionada por los relatos: quien los domina, domina la Historia. Con el fútbol y la opinión pública sucede lo mismo: los relatos determinan nuestra visión del pasado. Nuestra memoria es selectiva, y de ahí que los medios de comunicación y las trincheras mediáticas pugnen con tanta vehemencia por el relato. Su victoria será recordada durante años. En esta cruel batalla siempre hay ganadores y perdedores. Hoy hablamos de uno de ellos, quizá el más injustamente olvidado en los últimos años: Fran Rijkaard como entrenador del Fútbol Club Barcelona.

¿Qué ha sido del legado de Rijkaard? Mucho más de lo que hoy en día podamos creer. La llegada de Pep Guardiola al banquillo del Barcelona y la posterior incorporación de Mourinho al banquillo del Real Madrid volaron por los aires el pasado. A partir de entonces sólo hubo presente y una construcción ficticia de la historia. El relato se impuso. Guardiola había recuperado el legado de Cruijff y lo había perfeccionado. Guaridola había apostado decididamente, en un acto revolucionario, por la cantera. Guardiola había instalado una filosofía ya antes milenaria en el club pero que, por motivos desconocidos, no había calado hasta ese exacto momento.

El perfil mesiánico de Guardiola, vehementemente cincelado por la prensa, ensombreció para siempre el buen hacer de Rijkaard. Los motivos son varios: Rijkaard era holandés y su vinculación con Barcelona y Cataluña era puntual y, de ningún modo, representó una fuente inagotable de valores y filosofía futbolística como sí lo hizo Guardiola. Especialmente en contraposición, supuesta, al Madrid de las estrellas internacionales y el derroche monetario. Pero Rijkaard fue tan importante como Guardiola, aunque la Historia ya diga lo contrario. Rijkaard recuperó tras muchos años el espíritu Cruijff; Rijkaard pulió las perlas de la cantera; y Rijkaard fue un tipo elegante dentro y fuera del campo.

Quién fue, qué hizo

Fran Rijkaard fue un poderosísimo centrocampista que, tanto en el Ajax como en el Milan, alcanzó la gloria. Ganó tres Copas de Europa, una Eurocopa y numerosos trofeos nacionales. Como jugador era leyenda cuando a principios del siglo XXI se hizo cargo de la selección holandesa. La cita que le habría de hacer leyenda como entrenador era la Eurocopa que Holanda y Bélgica celebraban conjuntamente en el 2000. El mismo torneo del gol de Alfonso, del penalti de Raúl, de la prórroga de Trezeguet y Wiltord y de la gran Portugal de la década que venía también fue el de una Holanda semifinalista. Rijkaard cayó en penaltis ante Italia, tras una genialidad de Totti. Y dejó la selección.

Tras un breve paso por el Sparta de Rotterdam, Rijkaard recaló en el maltrecho Barcelona. El Barça atravesaba una crisis terrible frente al esplendoroso Real Madrid de los galácticos. En su primera temporada, la 2003/2004, llegó a semifinales de Copa del Rey y alcanzó la segunda posición en Liga. Una imagen suya se quedó grabada en mi mente para siempre: a mitad de temporada, un Rijkaard con los ojos vidriosos daba explicaciones en su bonachón español sobre la mala marcha del equipo a mitad de temporada. El aspecto afable de Rijkaard, asustado, de absoluta bondad y candidez haría de él un personaje siempre querido tanto en Barcelona como entre sus enemigos. Rijkaard no despertaba odio.

De su mano llegó Ronaldinho para crear el primer gran Barça de la década. Al año siguiente, con Eto’o y Deco en las filas blaugranas, el Barça comenzaría a labrar su hegemonía. La decadencia inevitable de un Madrid envejecido y el impulso de jugadores como Giuly, Larsson o un prometedor Iniesta le llevaron al título de Liga dos años consecutivos. Aquel Barça practicaba un fútbol de salón: presión adelantada que impedía al equipo rival sacar el balón de su campo; 4-3-3 y un centro del campo comandado por Deco y flanqueado por Xavi y un pivote de fuerza (Edmilson, Van Bommel) que dominaba el esférico y lo llevaba a un lado y otro del campo. Era un Barça de insultante posesión, sazonado con la brillantez en diagonal de Ronaldinho, la velocidad de Giuly y la voracidad incansable de Eto’o.

El legado

Aquel equipo era el pasmo de Europa, aunque ese calificativo parezca sólo corresponder a Guardiola. Fue el Barça de los emocionantísimos duelos en Copa de Europa ante el Chelsea, de la conquista del San Siro del último gran Shevchenko y de la humillación al Real Madrid en el Bernabéu gracias a un estratosférico Ronaldinho. Rijkaard ganaría la Champions League frente a los últimos coletazos de la gran generación del Arsenal, en la que ya despuntaba un talentoso Fábregas. Había recuperado el fulgor del Barcelona; había dotado de estilo al club; y había reapuntalado el primer equipo con nuevos canteranos. Y había hecho todo eso desde la simpatía y una falta admirable de arrogancia.

Para colmo de bienes, Rijkaard había dado a conocer a Iniesta, a Bojan y a Messi, y había recuperado definitivamente a Xavi Hernández. Ninguno de los tres ofrecería aquí su versión definitiva, pero sí algunos detalles premonitorios: la segunda parte de Iniesta en la final de París, los tres goles de Messi al Madrid o su cabalgata ante el Getafe. Tras la temporada de la Champions, el equipo de Rijkaard se vino abajo aquejado de la pasividad de Ronaldinho, la indolencia de Eto’o y la vejez de Deco. Tras dos años en blanco (y un pequeño resurgimiento del Madrid), Rijkaard se fue.

Atrás dejaba los pilares sobre los que Guardiola construiría luego su Iglesia. Guardiola se deshizo de Deco y de Ronaldinho. Trató de hacer lo mismo con Eto’o, pero no puedo, en un error frustrado que, de haberse completado, hubiera sido fatal para sus intereses. Rijkaard hizo todo esto en silencio, y en silencio continúa a día de hoy, más gordo, más canoso, y tras dos experiencias fracasadas en Galatasaray y Arabia Saudí. Nadie se acuerda de Rijkaard quizá porque no ha sido nadie tras el Barcelona, pero escarbando en los relatos y en las ficciones, su figura como entrenador del Barça es deslumbrante.

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Comentarios

  1. Comentario by Javier Martin - abril 18, 2013 11:23 am

    Rijkaard forma la Santísima Trinidad de los entrenadores infravalorados en España, junto a Heynckes y Van Gaal. El problema del holandés es que a veces la última impresión es la que queda. Y la última impresión es un Barça a 18 puntos del Madrid de Schuster (un Madrid menor, se mire como se mire) y un entrenador superado, incapaz de manejar a sus estrellas (más coincidencias con Heynckes)

    Pero Rijkaard fue fundamental para el Barça. Con él volvió a ganar la Champions (joder, Heynckes, ¿otra vez tú por aquí?) y en su Barça ya estaba el germen de lo que luego explotaría Guardiola. La figura del mediocentro fuerte, defensivo, que no existía en el Dream Team de Cruyff, la instauró él. Marquez, Motta y Edmilson fueron precursores de Busquets.

    Y, qué diantres, a Rijkaard le gustan los Pixies. No se hable más.

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    1. Comentario by Natxo Sobrado - abril 19, 2013 08:53 am

      ¿Y si Heynckes tuviese en manos a este Madrid? De lo que sería capaz. Y sin coñazos de discursitos, ni filosofía barata, ni mala hostia.

      Si le gustan los Pixies a Rijkaard ya está todo dicho jaja

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