‘El Hombre de Acero’, un decepcionante despropósito
Anoche tuve la oportunidad de asistir al preestreno de la nueva entrega cinematográfica protagonizada por el legendario personaje de DC, Superman. No digo lo del preestreno por fardar, sino por dejar bien claro que el obsceno precio de las entradas no ha sido un factor en mi valoración de ‘El Hombre de Acero’. Si llego a pagar por este engendro, la bilis me habría consumido. Aunque me declaro fan del cine de superhéroes, Superman no está entre mis personajes favoritos del género. Eso, sumado a la polarizada recepción de la película me ha hecho ir a verla con reservas, sin demasiada expectativa y conformándome con encontrarme algo entretenido. ¡Qué fe!
Un guión con un alma de mentira
Empezando por el prólogo, excesivamente largo, borroso y que no aporta demasiado de cara a lo que ocurre más adelante (porque tanto buenos como malos, cuentan y subrayan todo hasta el hastío), la construcción del personaje es nula. Jamás somos testigos de los porqués de ese amor incondicional por la humanidad o esa conexión con su pueblo. El nacimiento del ente que conocemos como Superman al final del primer acto, enfundado en su traje por primera vez, no es resultado de una evolución consecuente, significativa o mínimamente definitoria, sino de una conversación con la versión pendrive de su padre, que prácticamente le impone su amor por la tierra. Esas dudas de su papel en el mundo, de cómo la humanidad recibiría a alguien como Superman o el salto de fe que ha de hacer él por ésta, se plantean constante (y repetitivamente) de diálogo pero jamás se desarrollan, se muestran o se hace al espectador partícipe.
El problema real es que quiere trascender. Cree que está contando el origen del personaje y que nos vamos a hacer pipí en los pantalones con cada lección de Kevin Costner o que la cansina reiteración de motivaciones del villano nos va a resultar profunda y significativa. Y el resultado es todo lo contrario: ya no es que esté terriblemente contada, que los personajes sean planos, que no aporte nada nuevo y carezca de personalidad o que, hilando fino, esté llena de incoherencias argumentales (cosas que suelo perdonar si al menos son efectivas). Lo peor es que carece de emotividad, de alma, de ese sentimentalismo trascendental del que quiere presumir. Al final del día, Superman no es más que un personaje mesiánico que simplemente es bueno porque sí. Porque su padre el Dios le dice que tiene que velar por los dos mundos a los que pertenece (de boquilla). Y tranquilos, que por si no nos enteramos, las referencias divinas son constantes.
Ni siquiera voy a entrar en el resto de personajes, que tienen aún menos construcción que el protagonista, en lo desastroso que es el primer acto, en la falsa relación Clark-Lois o en lo aburrido que es el último acto. Querido David S. Goyer, si Superman tiene que cargarse un aparato gigante perturbador del campo gravitatorio y su lucha por conseguirlo es simplemente física, me es igual que tarde tres u ocho minutos de metraje. Me da igual que introduzcas cuatro personajes del Daily Planet que ni me van ni me vienen como un intento de empatía. Me aburre porque no me aporta nada, porque no estoy implicada con su lucha (y porque la dirección de acción es horrenda). Este ejemplo resume bien cómo se perciben los momentos de acción durante todo ‘El Hombre de Acero’.
El trailer de la película que no es
Técnicamente decepcionante
Ya desde el prólogo, la cosa no daba buena espina. Durante absolutamente todo el metraje, Snyder abusa de una cámara en mano mal entendida que más que aportar algo estilísticamente, parece un problema de pulso que resulta realmente molesto en muchas ocasiones. Y cuando no está temblando, está borroso. Salvo un par momentos más inspirados (como la primera lucha con los kryptonianos o el enfrentamiento final cuerpo a cuerpo), la dirección no aporta nada, es de piloto automático y la espectacularidad de la acción es anulada por una indefinición constante que no quiero ni imaginar cómo debe de ser sufrida en 3D.
Y el montaje. Probablemente lo peor de la película y el causante de que el guión se perciba como aún más desastroso de lo que realmente debe ser. David Brenner faltó a clase el día que enseñaban que una cosa ha de llevar de forma natural a la siguiente, porque culpa suya es que sea imposible entrar en la película en su primera hora, con tanta elipsis mal llevada, tanto flashback repetitivo y ese falso ritmo a base de montajes frenéticos. El ritmo no es hacer un montaje rápido, el ritmo es contar las cosas en el pulso necesario en cada momento, una afirmación que no se puede aplicar en ningún momento de las insoportables dos horas y veinte minutos que dura ‘El Hombre de Acero’.
Podría seguir. Podría hilar más fino y poner ejemplos de por qué tiene recursos o giros que rozan el ridículo. Podría hablar de cómo los clímax carecen de emoción o impacto. Podría incluso destacar ALGO salvable de la película: Diane Lane, una mujer que sigue igual que hace 20 años y el único detalle que provoca un mínimo de sentimiento y que goza privilegiadamente de una mínima construcción de relación (porque no, la importante, que es la de Costner, no la tiene). Podría hablar de esa efectiva a veces pero generalmente ruidosa y carente de identidad propia (como es la película en general) banda sonora de Zimmer. Pero pararé aquí.
No siquiera voy a atribuir culpas. Snyder no tenía mucho que hacer con ese guión, pero tampoco eleva el resultado final con su dirección, no siendo capaz de hacerla algo más espectacular en lugar de un pastiche escandaloso. Y al montador que no le vuelvan a dar trabajo. Al final, ‘Man of Steel’ ha hecho buena a ‘Superman Returns’.
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