El desastre y la fe del Real Madrid
Cuando el árbitro pitó el final, se quedó en el sofá, hundido. Apagó la tele, sin ganas de seguir escuchando análisis y seguir viendo repeticiones del desastre. Hacía tiempo que no sentía esa impotencia viendo a su equipo, esa sensación de absoluta inferioridad, de ser aplastado por el rival. Pensó en las derrotas en semifinales de Champions de los dos últimos años, en la Liga entregada inexplicablemente en noviembre. Se acordó del 5-0 en el Camp Nou con el que empezó todo diríase que mil años atrás. Y pensó que había que fichar como fuera a ese tal Lewandoski, el hiperactivo delantero polaco que había conseguido lo que nadie antes en la historia: marcarle cuatro goles al Madrid en Europa.
Rumiando estas ideas se fue a la cama. A la mañana siguiente, mientras desayunaba, se acordó del otro Borussia en el Bernabéu, hace casi tres décadas, cuando él era un crío. No había visto ese partido en directo porque TVE no había considerado interesante emitirlo, dado el abultado 5-1 de la ida en Alemania. Pero recordaba las imágenes, vistas al día siguiente, de Juanito dando brincos de alegría, preso de una felicidad incontrolable, cuando se acercaba a la banda para ser sustituido por Martín Vázquez en el minuto 90. Santillana acababa de marcar el cuarto gol y el Madrid iba camino de su segunda UEFA consecutiva.
Y recordó entonces también el gol de Mijatovic y la volea de Zidane. Y acudió a su mente el punterazo de Karembeu y la vaselina de McManaman y pensó que el gol de Modric en Old Trafford no podía ser en vano, que Modric vino para eso. Y pensó que por qué no, que al fin y al cabo noventa minuti en el Bernabéu seguían siendo molto longos, o como diantres se diga en alemán. En su cabeza Xabi Alonso salía del campo dando brincos porque Kaká acababa de marcar el gol definitivo.
Foto | uefa.com
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