Simeone y el Atlético de Madrid: esa extraña comunión
Molina, Geli, Santi, Solozábal, Toni, Caminero, Pantic, Simeone, Vizcaíno, Kiko y Penev. Once nombres que muchos recitamos de carrerilla reviviendo uno de los momentos más felices de nuestras vidas. Once nombres, salvo el caso de los fichajes de Penev, Pantic, Molina o Santi, que venían el año anterior de sufrir para no caer en el descenso. Once nombres que ejemplifican qué es el Atlético de Madrid, un club que, incluso en uno de los momentos más oscuros de su historia, es capaz de sacar fuerzas de la comunión, esa relación equipo grada que ningún club español es capaz de igualar.
Echo la vista atrás a mi incipiente adolescencia y recuerdo vivir el fútbol de una manera muy distinta, apasionada, y sin ese sentimiento de inferioridad que el colchonero ha ido adquiriendo con el paso de los años, con las salidas de tono (y entradas a la cárcel) de Jesús Gil, con la intervención judicial de Luis Manuel Rubí, con el descenso en el Carlos Tartiere, con el fracaso del primer año en segunda, con la venta de Fernando Torres, con la venta de Agüero y De Gea… Solo la mitad de estas calamidades habría llevado al merengue o al culé a arrojar la toalla, sin embargo el colchonero es terco por naturaleza, cabezón a pesar de haber acabado sintiéndose inferior a golpe de gilismo, y, quien sabe si por fortuna o por desgracia, ha aprendido a convivir tan estrechamente con el fracaso (somos el equipo de la casi) que es capaz de colapsar Madrid el año del ascenso a Primerea División, de celebrar como un triunfo en la final de la Champions un triunfo sobre nuestro máximo rival 14 años después, de llenar Barajas para recibir a un delantero argentino de diecisiete años del cual no sabíamos absolutamente nada…
El colchonero es tan desconcertante en lo bueno y en lo malo como el país en el que habita, como el club al que sigue. Sin embargo, quienes parecen desconcertados hoy día ante lo que tienen en frente, son los rivales del actual Atlético de Madrid, un bloque batallador, aguerrido y temperamental como batallador, aguerrido y temperamental es el Cholo Simeone, el responsable de esta metamorfosis, el eje de la sacrosanta comunión.
Y el Cholo salvó sus cabezas
Y a pesar de todo esto, lo que parece evidente en la historia de un club como el Atlético de Madrid, ha acabado llegando como fruto de la casualidad que sigue a la desesperación del inepto, como un acto de populismo con cariz de último recurso que muchos deseaban pero pocos esperaban. La comunión entre banquillo, once y grada, algo que la cabeza ‘pensante’ del club colchonero debería llevar marcado en sangre, ha llegado de improviso en lo futbolístico pero de forma esperada para el experto en lo sentimental.
Por supuesto, el Cholo Simeone es el protagonista de esta última comunión, conocedor como nadie de qué es el Atlético de Madrid, qué representa y qué necesita para sentirse fuerte de nuevo. Algunos dirán que su carácter es la clave, esa ambición y espíritu canchero que le caracteriza como argentino que es, pero esos algunos olvidan que lo más importante no es su persona, sino su experiencia, y es que el Cholo ha vivido varias de esas comuniones en primera persona. Como por ejemplo esa surgida en el descanso de un Atlético de Madrid-Barcelona en el que el equipo llegó al vestuario derrotado y surgió de él con más apetito que Falete en un Burger King. O aquella que llevó al equipo a ganar la liga más larga de la historia nada más evitar el descenso la temporada anterior, aupado por el optimismo de Radomir Antic y el empuje de una afición ávida de victorias y hastiada por las decepciones.
En situación similar se encontraba el equipo deambulando como alma en pena de la mano de Gregorio Manzano, gran psicólogo del mediocre pero nefasto administrador para el esquizofrénico. El dúo proscrito temía un incendio mayor con todo el estadio mirando, antorcha en mano, en su dirección, y el Cholo venía de cumplir sin más en Catania y el otro equipo de sus amores, Racing de Avellaneda. Pocos esperaban tal metamorfosis, pero aquellos que sabemos qué es la comunión, ese sentimiento que define por qué somos del atleti, teníamos la certeza de que llegaba el plus que necesitábamos.
La metamorfosis
Y de esta última comunión ha surgido un titán capaz de hacer frente a dos dioses como son los actuales Real Madrid y Barcelona. Un titán por su empuje, por su honestidad sobre el campo y, sobre todo, por representar a los mortales en un duelo a tres en el olimpo. Un duelo en el que tiene mucho menos que perder que sus dos rivales pues es el único que podría convertirse en héroe por esta lid, cuando sus contendientes están acostumbrados a acabar siendo el villano en caso de no lograr la victoria.
Sabedor de su posición de inferioridad ante los dos rivales más temibles de la historia del balompie, el Cholo ha insuflado de carácter a un equipo acostumbrado a desinflarse a las primeras de cambio, a derrumbarse con pasmosa facilidad por culpa de una mediocridad que estaba a punto de ser metabolizada por desmanes económicos y pésimas decisiones deportivas. El cambio de dinámica ha sido patente, y la superación de pretéritos complejos ha sido clave.
Decía el Cholo que la filosofía del partido a partido es la misma que siguen los millones de familias españolas en dificultades, víctimas de una crisis que no han provocado pero de la que indirectamente son responsables. Similar ha sucedido con el Atlético de Madrid y una afición que ha visto como la historia y patrimonio del club no eran correspondidas por el club, ni deportivamente ni en el apartado económico sin hacer más cosa que agitar el pañuelo de vez en cuando.
Hoy esa comunión mantiene al Atlético de Madrid en la cima de un campeonato que, a priori, está fuera de sus posibilidades. Algunos siguen sospechando de un proyecto que saca su fortaleza de la unión entre equipo, banquillo y grada. Esos algunos no saben realmente de qué va esto, siendo parte de esos algunos los ineptos sentados en el palco. Disfrutemos mientras podamos, pues sabemos, que esa comunión no será eterna. Hablamos del Atlético de Madrid.
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