De Berlín a París en tren, un viaje relámpago para vivir
Había acabado uno de los periodos más intensos de mi vida de estudios y trabajo, tocaba tomarse un tiempo de descanso. Con unos pocos fines de semana libres delante tenía que empezar a pensar en algo que hacer para disfrutar de mi libertad. Planeé un viaje en tren en cada uno. El más espectacular de todos fue un viaje relámpago en tren a París.
Tras quedar con una amiga que vivía ahí para que me hiciera de guía, compré los billetes. Decidí partir de la Hauptbanhoff, la estación central de Berlín, uno de los muchos símbolos de la unificación alemana. Además me permitió admirar por enésima vez el panorama nocturno de la ciudad, del que nunca llegué a cansarme. Esperé a mi polvoriento tren, me monté en cuanto llegó y empezó a moverse con puntualidad alemana hacia el oeste antes de que me diera tiempo a encontrar mi asiento.
Javier Navarro escribe en El Blog Salmón, pero la economía no es su única pasión, los viajes y coches también requieren su tiempo. Ha vivido en Inglaterra, en Berlín y en varios puntos de la geografía española. Siempre intenta hacer más especial el día en el que vive. Le puedes seguir en twitter en @newjavier.
Digo asiento porque aunque el tren nocturno cuenta con literas, los viajeros que optamos por la tarifa más económica íbamos en compartimentos, al estilo del Hogwarts Express de Harry Potter. Aunque tiene la ventaja de que tienen más intimidad, esta se pierde cuando hay desconocidos en el mismo. Pero lo que peor llevé fue que el asiento no se podía reclinar. Por suerte de los tres que estábamos uno se bajó en una parada intermedia, por lo que pudimos hacer el viaje más cómodamente. Aún así me desperté en paradas intermedias, recuerdo carteles iluminados por luz fluorescente anunciando Hanover y Bruselas.
A la mañana siguiente tras cruzar la Banlieu parisina poblada de bloques de hormigón, traceurs y grafittis a la llegada a la Gare du Nord, me esperaba mi amiga para acompañarme en el tour más rápido por la ciudad que pude imaginar. Notre Dame y sus gárgolas, el Sena cruzado por los barcos de turístas, el exterior del Louvre (decidí dejar de ver la Gioconda y la Victoria de Samotracia para otra ocasión), las Tullerías, los jardines en los que la alta sociedad se dejaba ver y se cotilleaba sobre la política desde antes de Napoleón, los Campos Elíseos…
¿Mi favorito? Probablemente, aunque sea poco convencional, me gustó mucho la vista de La Défense de París desde el Arco del Triunfo y por supuesto el complejo de oficinas en sí. Tampoco se puede rechazar la delicada gastronomía francesa, los crepes resultaban sorprendentemente suaves para un paladar acostumbrado al currywurst berlinés.
Pero si algo puedo recomendar de la visita es pasar la puesta de sol en Trocadero después de ver la Torre Eiffel. Nuestra visita fue interesante, nos subimos por las escaleras en vez de utilizar el ascensor y me quedé sin batería en la cámara cuando estaba arriba, por desgracia no había traído ninguna de repuesto. Pero lo que me importaba era ver la ciudad de la luz, no las fotos que más tarde podría encontrar por fotógrafos mucho mejores que yo en Internet.
Tocaba volver, cena en un restaurante cercano a la estación dónde un parroquiano estuvo intentando saber qué hacíamos. El tren salió tarde y mi amiga tuvo el detalle de quedarse en el andén (a pesar de que le insistí que se fuera a casa).
El viaje de vuelta me devolvió a la realidad. Tras intentar (con muy poco éxito) servir de traductor entre un chico que sólo hablaba francés y el personal de la cafetería que sólo hablaba alemán, volví al compartimento dónde el iPod me sirvió para olvidarme de lo incómodo que era el asiento. No dormí mucho, la policía alemana me despertó para pedirme la documentación al cruzar el país. Cuando llegué a casa, al día siguiente, sólo podía pensar en tres cosas: la ducha que me hacía falta, mi cama blandita y lo bien que me lo había pasado.
Para finalizar, un último detalle, el servicio conjunto entre SNCF y RENFE ofrece este servicio nocturno a París desde Madrid, Barcelona y otras ciudades de la mitad norte de la península, no hace falta vivir en Berlín para ir en tren a París, solo u acompañado.
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Imagen | Jynto, Richard Moross, Paul Stevenson, lyrics 96
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