Cinco días de desenfreno y locura en Las Vegas
Dicen que lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas y amigos, creedme, mejor que sea así. Estamos hablando de la ciudad del pecado, de un monumento construido en medio del maldito desierto para que las mafias campasen a sus anchas y levantasen una ciudad a su medida. Un lugar en donde no se pone el sol ni falta que hace. Una ciudad que te puede atrapar y convertir lo que iba a ser un par de días en casi una semana de desenfreno.
Bienvenidos a Las Vegas. Si entráis puede que no salgáis y si salís, querréis repetir. Nosotros nos encontrábamos al final de un viaje, habíamos recorrido unos cuantos estados y acumulábamos varios miles de kilómetros a nuestras espaldas. El viejo coche necesitaba un pequeño parón para recuperar fuerzas (es lo que tiene pasar de la nieve del cañón del Colorado al calor de Nevada) y nosotros también. Claro que pararse a descansar en Las Vegas no tiene sentido, eso lo sabemos ahora. Antes lo intuíamos, no os quiero engañar. Así que los tres valientes nos lanzamos a la aventura.
Dani Candil, diseñador gráfico de profesión y editor de VidaExtra desde hace años ha conseguido unir dos de sus pasiones. Los viajes y los videojuegos. Gracias a su labor como editor ha podido viajar a diversos países del mundo para cubrir eventos y entrevistar a personalidades destacadas del sector.
Las Vegas te da la bienvenida de forma majestuosa. De repente y dependiendo de donde vengas claro, puedes aparecer en su “strip” (calle principal) y alucinar con los neones, las luces, las mujeres, la cantidad de fiesta que inunda las calles, la recreación de la estatua de la libertad, la montaña rusa, el Flamingo, el Bellagio y sus fuentes, el Caesar’s Palace y su lujoso interior… hay tantos inputs visuales que apenas podrás fijarte en algo en concreto. Y esta situación se repetirá a lo largo de los días.
Puede que te sorprenda, a nosotros nos pasó, el precio de la comida, la bebida y el alojamiento en la ciudad. Comer, beber y dormir es muy barato y si tu presupuesto es bastante ajustado siempre puedes encontrar buenos hoteles en la segunda línea de fuego cerca de la calle principal. Y es lógico.
La ciudad y sus innumerables casinos están diseñados para que todo te resulte extrañamente familiar, sencillo, fácil y puedas despreocuparte de tus necesidades habituales y centrarte en las otras, las que importan en la ciudad del pecado. ¿En qué vas a gastar tu dinero? ¿Vas a jugar al Poker? ¿Vas a ir al casino? ¿Vas a montarte una fiesta en una sala privada? ¿Prefieres un club de strip-tease? ¿Apuestas? ¿Compras? ¿Espectáculos? ¿Blackjack? ¿La ruleta? ¿Te apetece tirarte desde lo alto de una torre y que graben tu descenso? ¿Perderte de casino en casino sin llegar a salir durante dos días?
En Las Vegas puedes hacer todo eso y mucho más. La ciudad te pide que lo hagas. Los hoteles están conectados entre ellos e incluso puedes pasar (en algunos casos) de uno a otro sin salir a la calle.
Hotel + casino + restaurante: combinación ganadora
Nosotros, por falta de liquidez y por panorama, decidimos alojarnos en un hotel / casino de segunda línea en el strip. Justo al inicio y a dos pasos de todo el mogollón. El elegido fue el Hooters. Un casino montado por la popular cadena de restaurantes americanos en los que las jóvenes camareras sirven los platos en shorts y con una ajustada camiseta blanca. Mentiría si dijese que no sabíamos dónde nos metíamos pero también es cierto que en cuanto a calidad precio se ajustaba a lo que podíamos pagar.
Una vez instalados y pensando (qué inocentes) que sólo estaríamos un par de días llegó el momento de pasear por la calle principal y conocer lo que la ciudad tenía para nosotros.
Describir el ambiente de las calles de Las Vegas es complicado. Decenas de personas (no exagero) ofrecen los servicios de señoritas de cama caliente e interrumpen cada dos minutos tu paso.
Y cuando no lo interrumpen ellos lo hacen innumerables grupos de personas que están de fiesta, bebiendo, cantando y pasándoselo bien. Con ese ambiente es complicado no apuntarse a conocer gente y acabar cantando un tema de Tom Jones o de Elvis Presley. Las Vegas, Elvis… las piezas del puzzle encajan.
Los colosos de Las Vegas: los casinos.
La primera vez que entras en monstruos como el Bellagio o el Caesar’s Palace te das cuenta de que has sido transportado a otro mundo. Un mundo fastuoso, lujoso y hortera en el que conviven mujeres que parecen venir de bodas y turistas requemados por el sol de Nevada con sandalias y calcetines. Es un contraste fuerte pero es la señal de la ciudad. Podrás entrar a casi cualquier lado y hacer casi lo que quieras sin importar tu vestuario o las pintas que tengas.
Lo que importa es que te dejes el dinero en sus infinitas mesas de juego, en sus durísimos torneos de poker o en sus picantísimos shows de baile. Las Vegas ha sido diseñada para eso y aunque ofrece otro tipo de divertimentos (no deja de ser una gran ciudad en donde la gente lleva una vida normal) si vas a pasar unos días vas a lo que vas. Y eso, seguramente, no tiene nada que ver con visitar museos, parques o monumentos. Bueno, ver monumentos sí pero de otro tipo.
Entrar en un casino, quedarte atrapado durante un par de horas y jugar un torneo de poker. Perderte en sus interminables plantas llenas de juegos y ocio, cruzar un lujoso vestíbulo y aparecer en otro totalmente diferente en donde conoces a un grupo de personas igual de perdidos que tú.
Sin salir todavía al exterior llegar a un centro comercial lujosísimo que imita la luz del día y que acaba en… otro casino diferente. Ir a comer a uno de esos buffets libres infinitos en los que por menos de 10 dólares puedes dar rienda suelta a tus instintos y que la gula te consuma. Coger el tren que te lleva de un casino a otro. Meterte en una fiesta. Acabar en una despedida de soltera que a su vez acaba en un espectáculo de magia de Chris Angel… y volver a empezar.
Las Vegas tiene su propio ritmo y cuando dicen que no se pone el sol tienen toda la razón del mundo. Encontrarás actividades, marcha, discotecas, casinos y el engranaje de la ciudad girando a toda pastilla a cualquier hora. Nosotros pensábamos descansar un par de días y acabamos quedándonos totalmente absortos durante casi una semana.
Pero cada día empezaba de un modo diferente y terminaba del más impensable. No es una ciudad para todos pero caramba, sólo se vive una vez y visitar Las Vegas junto a un par de amigos debería de estar recomendado por la seguridad social.
Y sí, creímos ver a Elvis aparcando su cadillac rosa delante del Flamingo. Es la magia de Las Vegas, quién sabe si era el de verdad.
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