Azul muerte: el adiós de ‘Breaking Bad’
Se acabaron las mentiras. Se acabaron las medias verdades. La espiral de maldad que han mantenido el título de la serie activo hasta el último momento fue un acto egoísta. No fue (solo) por su familia sino por él, porque le hacía sentir vivo; y encerrado, débil, en la soledad gélida de su cabaña se da cuenta que el hábito no hace al monje ni el sombrero hace a Heisenberg. Walter tiene que ganar una última vez. Sentirse vivo antes de caer muerto.
El mundo conoce a Heisenberg pero nada sabe de Walter White. Aquel profesor de química honrado y paciente hace mucho que murió, algo que no cae bien oído en boca de los que podrían haber sido sus socios en un universo paralelo. Si 10.000 dólares valen una hora de cartas con un amigo de mentira, 11 millones valen el acariciar al único pedacito de inocencia que queda en su vida.
No es fácil superar los impulsos que te han movido durante tanto tiempo y han convertido tu corazón en un témpano de hielo. De la casa de ermitaño al coche cubierto de la translúcida nieve que deja ver las luces azules de la policía que se acerca. El destino se acerca pero responde a sus plegarias, no sin contrarrestarlas con ese toque musical de ironía. Walter vuelve a Nuevo Méjico con Marty Robbins cantando algo tal que así…
Me subí a la silla y partí, cabalgando solo en la noche. Quizá mañana una bala me encontrará pero esta noche no hay nada peor que esto: el dolor en mi corazón.
Walter quiere una despedida en condiciones y se presenta sin máscaras ante Skyler. El pelo sin rapar, las pesadas gafas, la barba sin afeitar y una confesión. Sí, se habían acabado las medias verdades. Skyler acabará recuperando la relación con su hermana, Marie podrá enterrar a Hank como es debido y el billete de lotería comprará su inocencia. Pero al igual que Flynn ha sido un espectador en la vida de su padre, Walter acaba siendo un espectador de la vida de un hijo que borrará de su memoria que un día fue Walter Jr.
Y llegan los finales. El final de Lydia con su blusa azul, la algo forzada pero efectiva y pirotécnica muerte de los nazis, el tiro en la cabeza a Jack (con jersey azul) en venganza por Hank y el rabioso estrangulamiento de Todd en venganza por Andrea. Y mientras en el fondo convulsiona artificial y grotescamente uno de los cuerpos sin vida, Jesse y Walter tienen su último duelo; el primero no volverá a hacer nada más por el segundo. Siempre se dice aquello de que al morir toda tu vida pasa ante tus ojos. Aquí, toda la historia de una relación que no siempre fue tormentosa se revive con una mirada. Adiós, Jesse. Desearemos que dejes de ser un eterno perro apaleado y cuides ese pequeño pedazo de alma que has salvado tirando la pistola al suelo.
Y el respiro que el destino concedió a Walter en aquel coche nevado le alcanza de nuevo, por fin; definitivamente. Sin cristales que emborronen el azul sirena que se ve a lo lejos ni el azul cristal y frio acero que le rodea. Y, a pesar de todo, la cámara se eleva mostrándonos la sonrisa de un Walter White que ha ganado por última vez.
62 episodios nos ha acompañado. 62 episodios le hemos visto caer en el más terrible de los infiernos y 62 episodios hemos encontrado algo bueno a lo que agarrarnos; la oscura moralidad de ‘Breaking Bad’ ha alcanzado a espectador en esa pequeña parte que siempre deseaba aferrarse a los pequeños detalles que justificaban o perdonaban a Walter y por ello soy incapaz de entender a aquellos que reniegan de su redención y del final más feliz al que podía aspirar una serie que hasta el último minuto se ha mantenido fiel a su crueldad sin concesiones.
Tres episodios finales, tres despedidas. La adrenalítica explosión en Ozymandias, la tragedia de Granite State y el atar cabos en la redención de Felina. Un gran desenlace para una serie que ha sobrevivido al paso del tiempo, a la exigencia y a la expectativa. Gracias Vince por estos seis años de baby blue.
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