Volar entre rascacielos, la realidad vuelve a superar la ficción
Soy un adicto a los deportes extremos. El primer paso es reconocerlo. Y más freak aún, es ser un yonki de vídeos relacionados con este mundo. Ese es mi caso. Me habré podido tragar miles y miles de vídeos de increíbles hazañas llevadas a cabo por deportistas que muchas veces están entre la responsabilidad y la locura. Pero puedo contar con los dedos de una mano los vídeos que me han quitado el hipo de golpe. Este es uno de ellos.
Supongo que habrás vuelto a ver el vídeo una y otra vez. Cuesta creerlo, pero lo que se ve es al saltador Jokke Sommer cruzando con su traje de alas entre dos rascacielos que apenas separan 20 metros. “Casi ná”
Este joven noruego se desplazó junto a su compañero Ludovic Woerth hasta Rio de Janeiro para cumplir un sueño que parecía casi imposible. Los riesgos eran incalculables, pero ninguno de los dos dudo en saltar de los ultraligeros antes de amanecer y enfilar los rascacielos hasta conseguir pasar por donde nadie más lo había hecho antes.
Puede parecer una auténtica locura; una irresponsabilidad atribuible a alguien que debería dormir en un manicomio. Pero lo cierto es que estos trajes de alas dan al saltador una precisión de vuelo mucho mayor de lo que imaginamos. Hace poco vi este vídeo donde Alexander Polli, uno de los mejores en esta nueva modalidad de wingsuit proximity, atinaba a golpear en pleno vuelo la punta de una pala clavada en el suelo.
Un deportista extremo vive la vida al límite muchas veces sin pensar muy bien las consecuencias. Puede parecer una estupidez, pero la adrenalina que genera llevar a cabo una sola de sus aventuras, es la misma que muchos de nosotros viviremos probablemente en toda nuestra vida. Así que… ¿Por qué no buscar un término medio?
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