Jorge Lorenzo, ¿se puede vender América a los españoles?
Es inevitable, una de las consecuencias de la globalización. Trabajas para una de las multinacionales más importante del mundo, una empresa que tan pronto fabrica motos como guitarras o teclados. Los patrocinadores llegan de todos los países y no tarda en llegar el gran patrocinador personal. Jorge Lorenzo, durante su periplo en MotoGP, llegó a un acuerdo con dos bebidas energéticas, primero con Rockstar y con Monster después. Ambas marcas venían exigiendo un cambio en el estilo y apariencia de Jorge, vistiéndolo con gorras amplias y viseras planas que hubieran encantado al mismísimo Príncipe de Bel-Air. Para el aficionado de mente abierta la vestimenta de piloto no cambia ni un ápice la opinión que le merece. Hasta que un día el patrocinador, con su mente americana, su cultura americana y su acento americano visitan la casa de Jorge Lorenzo en Barcelona para enseñarla en un vídeo promocional… borrado desde hace días y que recuperamos gracias a los rápidos compañeros de 20 minutos.
Y se desata un huracán que ha traído cola y una pésima imagen.
En primer lugar, las chicas Monster. La compañía es bien conocida por las chicas que suele llevar a cada evento, sin duda las mujeres que más expectación levantan. En algunos Grandes Premios han llegado a incluir piscinas portátiles en las que las chicas tomaban baños de espuma con distintas personalidades. Sin duda, en un ambiente festivo como el de las carreras, este tipo de cosas nunca ha sido criticado ni se ha visto como una sobrada.
El problema es que cuando te visita el americano con su cámara pide poner unas cuantas de las chicas Monster merodeando por tu casa, jardín y piscina. Al más puro estilo Jesús Gil. Tenerlas en segundo plano sólo provocó una sonrisilla inocente… pero los primeros planos a cámara lenta de sus cuerpos ha levantado algunas ampollas, ¡facinerosos!. De todos modos resulta algo incomprensible que estemos acostumbrados al pelotón de chicas paragüeras en la parrilla y pongamos el grito en el cielo por amenizar un vídeo promocional.
En segundo lugar, una decena de jamones recién cortados. Entre tomas de chicas y las espectaculares vistas del Mediterráneo aparece una escena con una decena de jamones colgados y, atentos, recién cortados. Jorge ya salió al paso para subrayar que esas imágenes no son de su casa y que, como es lógico, no tiene una pila de patas ibéricas colgadas en el sótano.
Enseñar tu mansión nunca fue un problema, cantantes, toreros y futbolistas lo llevan haciendo para la prensa del corazón desde hace décadas. Además siempre podías aprovechar para hacer una entrevista en profundidad y declarar cuanto amas a tu esposa, los niños y el planeta en general.
El premio gordo, ¿y tú dónde declaras?
La tercera de las razones para molestarse con el vídeo ha sido el desconocimiento que hay en cuanto al lugar de residencia de Jorge Lorenzo. Según lo visto podríamos entender que Lorenzo vive, en efecto, en Barcelona y que, por tanto, paga sus impuestos en España. Pero lo españoles, que desde 2008 cualquier cosa que tenga que ver con la pasta nos molesta como un dolor de oídos/muelas, se preguntan enseguida, ¿pero este chico no “vivía” en Andorra? Nadie lo sabe a ciencia cierta y de momento sólo tenemos el silencio como respuesta.
Y eso escuece. A muchos no les importaría pero el hecho de enseñarlo sin problemas en público molesta. Suficiente tenemos con ser perseguidos por la versión faltona del Sr. Burns.
Por último habría que subrayar que un buen número de las duras críticas recibidas llegan simplemente por el verdadero deporte nacional, la envidia. Que a Jorge le pasa como a Fernando Alonso. En tal caso quizás habría que recordar esa vida de esfuerzo constante dedicada a las carreras, al 100% o 24 horas después de operarte de una clavícula rota, el riesgo o los dos títulos de MotoGP.
¿Y qué hemos aprendido de todo esto? Pues que en España de Estados Unidos sólo nos gusta la NBA, Chuck Norris, el cine y las hamburguesas. Ah, y que en invierno también necesitamos carreras.
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