Cruzando el Sahara Occidental por el desierto
La ruta del Dakar Desert Challenge que nos lleva desde Coruche (Portugal) a Dakar discurre a través de Marruecos y el Sahara Occidental, territorio antaño español y hoy en día bajo el control de Marruecos. La principal carretera de la región transcurre por la costa bordeando el Atlántico, pero nosotros nos adentraremos por las antiguas pistas del Rally París Dakar, en el desierto.
Ignasi Calvo es agente de viajes, músico y diseñador web a partes iguales. Nacido en Barcelona el 1982, es titulado en técnico de sonido y compagina su trabajo como freelance desarrollando proyectos web con la agencia de viajes en moto y aventura GR11 Viajes. Cuenta con numerosos kilómetros en sus espaldas, fruto de sus muchos viajes por carretera.
Entrando en el Sahara Occidental
Debido a la reparación de la avería del Suzuki Santana en la ciudad de Guelmim (se nos rompió la transmisión), nos perdemos la etapa matutina en Plage Blanche, un destino obligado de esta región. Aún estamos en Marruecos pero en breve cruzaremos hacia el Sahara Occidental. Nos encontramos con el resto de participantes del raid en la carretera para comer y seguimos nuestra ruta. En Tan Tan pasamos el primer control policial, donde revisan nuestras placas con la lista de participantes del raid. Todo correcto y seguimos.
En esta zona es importante avisar a las autoridades de la intención de ir por las pistas del desierto. Esta región del planeta es una región autónoma sin una soberanía legal definida, pese a que Marruecos la controle prácticamente toda desde la Marcha Verde de 1975. Hay minas sembradas por el desierto y toda precaución es poca. Avisar a las autoridades de nuestro paso es una obligación. El ejército patrulla constantemente estas pistas y, si no está avisado, podría devolver hacia la carretera de la costa a cualquier civil no autorizado que se encontrara en medio y medio de la nada.
Territorio minado
Pronto tomamos un desvío hacia una pista balizada. A ambos lados y cada doscientos metros más o menos (y separadas por otros doscientos metros) hay montículos de piedra que señalan los límites de la zona por la que se puede circular sin peligro de encontrar minas. Más allá de estos extremos es peligroso circular. Es sencillo seguir la ruta: el paisaje desértico nos permite localizar bien las balizas y el track que seguimos en el GPS nos la marca con precisión.
Durante toda la tarde disfrutamos de la conducción a través del desierto: espacios abiertos, vegetación escasa, arena, grava, piedra… Llegamos finalmente al muro de protección del Frente Polisario, un muro hecho a base de amontonar arena y que se pierde en el horizonte por ambos lados. El desierto en esta zona está delimitado por estos muros durante cientos de kilómetros. La ruta pasa por un lugar donde hay un pequeño paso para vehículos. Tras superar el muro, nos dirigimos hacia el lago seco de Chebbibka, una enorme extensión de barro seco, duro, agrietado y liso en el que conducir es, simplemente, una delícia. En medio de este lago seco montamos el campamento, creando un círculo con los coches y situando las tiendas dentro para evitar el viento. Por sorpresa, nos visita una dotación del ejército marroquí que pasará la noche con nosotros en señal de cortesía y bienvenida, además de velar por nuestra seguridad. Así es como pasamos nuestra primera noche en territorio del Sahara Occidental, bajo la luna llena en el lago seco de Chebbibka, a unos cinco grados de temperatura.
Segundo día de travesía por el desierto
Al día siguiente partimos de buena mañana hacia Esmara, donde repostamos y cargamos combustible en los bidones de reserva. Vemos un par de coches de las Naciones Unidas aparcados en la calle. Aprovechamos para hacer algunas compras: agua, comida y un turbante que nos ayudará a sobrellevar mejor el calor.
Seguimos la ruta y pronto estamos siguiendo otra pista balizada que cruza el desierto. Esta vez el paisaje es muy parecido a la sabana, aunque con menos vegetación. Las acacias hacen acto de presencia, solitarias, repartidas de manera aleatoria por el territorio. Conducimos siempre pendientes de las balizas y del GPS para no desviarnos y entrar en territorio minado. A mediodía, y bajo la sombra de la única acacia que vemos cerca, paramos a comer. Un poco de descanso y seguimos.
Accidente y nochevieja en medio del desierto
A media tarde vemos a un grupo de compañeros de ruta detenidos. Cuando llegamos a ellos, nos percatamos de que ha habido un accidente. Uno de los motoristas yace en el suelo con dolores en el pié. Su moto, una Africa Twin con maletas y depósito de gasolina sobredimensionado, está en el suelo. Ha chocado con otro de los motoristas, que afortunadamente está bien físicamente, pero bastante afectado. El cansancio empieza a hacer mella. Miguel, el motorista accidentado, se ha golpeado el talón con la maleta en el impacto y, pese a llevar protecciones, tiene un corte transversal profundo. Es necesario intervenir aquí y ahora, en medio del desierto.
El equipo médico del raid, con la ayuda de Marc, miembro de nuestro equipo e infermero, inician la operación. En medio de la más absoluta nada y en poco más de media hora realizan una intervención de emergencia que incluye unos cuantos puntos de sutura. Finalmente, Miguel puede sentarse en el coche de la organización y descansar. Me ofrezco a llevar su moto, que tiene el manillar torcido y el cable del gas enganchado, pero desisto a los pocos kilómetros tras caerme en el primer arenal que encuentro. Es necesaria mucha experiencia offroad para circular por aquí. Aparece entonces otro participante que se ofrece y consigue llevarla hasta el final de etapa. De nuevo, montamos el campamento en medio de la nada.
Esa noche Miguel pasaría la velada de fin de año sentado en una silla, rodeado de toda la gente del rally. Filipe, el DJ de la expedición, montó el set de música y, cuando fueron las doce de la noche, celebramos todos la entrada de año más pintoresca hasta la fecha: escuchando una música exquisita en medio del desierto, rodeado de compañeros de aventuras, con muchas anécdotas a nuestras espaldas y muchas más por venir.
La asombrosa reparación de la V-Strom
El día de año nuevo se inicia como los anteriores: tras el briefing matinal, desierto y manta siguiendo la ruta y las balizas del trazado. Desierto en estado puro, sin absolutamente nada ni nadie a la vista. Y la sorpresa esa mañana vendría de nuevo de un motorista a bordo de una V-Strom, al que nos encontramos rodeado de participantes con un agujero en el cárter de la moto del tamaño de un puño. ¿Y ahora qué?
A veces lo que parece imposible no lo es. Sólo es necesario ingenio, creatividad, saber hacer e ir bien preparado. En uno de nuestros coches llevábamos una matrícula de más colgada en la baca. Pedro, del equipo portugués RMS-Garmin, cogió esa matrícula y la cortó a una medida aproximada que tapaba el desperfecto. Una vez cortada, la puso sobre el agujero y con un martillo le dio la forma exacta del cárter. Cuando ya tenía la pieza improvisada a medida, la soldó con una pasta especial y… ¡voilá! Fin de la reparación. Sólo faltaba rellenar de aceite el motor y arrancar la moto. Sorprendidos y asombrados, lo felicitamos por la reparación y seguimos nuestra ruta.
La tarde transcurrió gas a fondo serpenteando entre las solitarias acacias y la escasa pero traicionera vegetación del desierto. El sol empezó a descender y nos cegó de tal manera que decidimos parar hasta que desapareciera. Aprovechamos para estirar las piernas y disfrutar del paisaje y la inmensidad del desierto. Ya oscureciendo, proseguimos la marcha y llegamos al campamento de noche, junto a un campo minado (debidamente señalizado) y una estación militar. Dormimos como troncos, esperando con ansias la llegada del día siguiente, que estaba programado como día de descanso. Llevábamos tres noches durmiendo en el desierto, con sus respectivos tres días mordiendo polvo. Eso sí, disfrutando como enanos, pero necesitábamos un pequeño descanso.
Dakhla, paraíso del surf y la Africa Eco Race, etapa final
Hacia el mediodía apareció ante nosotros la imponente y espectacular bahía de Dakhla, repleta de turistas haciendo kite-surf y otras modalidades de deportes relacionados con el vendaval que aquí azota día sí, día también. Nos instalamos en el camping y, tras el baño de rigor en el Atlántico y la posterior ducha, salimos a comer.
La ciudad de Dakhla está enclavada en la península Rio de Oro, en un entorno imponente y bello donde hay autocaravanas de franceses por doquier y donde coincidimos con el bivouac de la Africa Eco Race. Pasamos la tarde hablando con pilotos y fotografiando los coches, camiones y motos participantes. Finalmente, todos los participantes del raid nos pegamos una buena cena en el restaurante Samarcanda del paseo marítimo, terminando así del mejor modo posible nuestro paso por el Sahara Occidental.
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