El barco generacional de Pamela Anderson
El legado es el legado y como tal hay que respetarlo. Hay grupos que solo nos han dejado un gran disco para disfrutar, hay directores enormes que se quedaron sin su Óscar (igual que otros tantos actores) y luego hay mujeres que se han convertidos en grandes embajadoras de los barcos o evangelistas de Internet cuando aún iba a 56 kbps y había que desenchufarlo para llamar. Mujeres que convirtieron el traje de baño rojo en una prenda no apta para las abuelas. Mujeres que dieron sentido a la cámara lenta. Pamela Anderson hizo todo eso y más.
Los matrimonios fugaces de 96 horas necesitan muestras de cariño fugaz, igual que los módems de antaño y el Real Player con todos sus codecs. Grabadas con malas cámaras en aquellos noventa sin tanto invento de reloj inteligente, cuando el cronómetro del Casio servía para jugar a hacer el estúpido para ver quién marcaba gol si bajaba de cinco segundos. Normal que Pamela Anderson acabase encima (y debajo) de Tommy Lee haciendo un homenaje al cine dogma. Hoy Lars von Trier podría haberla homenajeado en su ‘Anticristo’. Podría, total, declaraciones y teorías absurdas no le faltan al director.
Cada uno es un innovador en su campo. Pamela Anderson lo fue en los vídeos porno robados. El móvil no valía por aquel entonces más que para prevenir atracos a golpe de pelota vasca, la pesada cámara de vídeo casera era la solución a tanta pasión que debía de quedar constancia, de la misma forma que Robinho hiciese en Cádiz cuando llegó al Real Madrid. Aquel partido pletórico no se repitió más. Aquel vídeo pensado para vender las bondades del cariño de alta mar tampoco. Después ya llegarían las Paris Hilton, Kim Kardashian y compañía pero lo difícil era abrir camino. Y más hacerlo con Tommy Lee. 200 horas más tarde esto no habría pasado.
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