Los roles están cambiados. La lencería de un sexo es diseñada por el otro y viceversa. Nosotros no tenemos el mínimo interés en mirar cómo Cristiano Ronaldo se gusta a sí mismo en unos calzoncillos italianos, lo mismo que ellas ignoran apenas se fijan en la fotografía de la modelo en lencería que cuelga de la tienda. Es el pacto por una lencería feliz.

Si cada sexo tuviese que diseñar su propio catálogo el resultado sería bien distinto. Ellas borrarían el encaje más molesto, los aros del demonio, las prendas más finas, se antepondría la comodidad y los picardías podrían haber desaparecido hace años.

En nuestro caso tenemos la suerte de no elegir la línea estética de ninguna marca de gran goma con un cartel al que solo le faltan luces de neón para anunciarse. Algunos seguirían imponiendo sus gayumbos de superhéroes o de los Simpsons o los calzones largos de tela para “ir libres”.

La lencería es un terreno que merece respetarse, que el pacto entre sexos siga vigente y donde los objetivos de gustar al otro más que gustarse a uno mismo se mantengan por encima de otras máximas.

En 1001 Experiencias | ¿Quién diseña los catálogos de lencería?
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