“Todo el mundo odia a Anne Hathaway y ya he dicho que yo también, pero en ocasiones no sé por qué”. Señor James Franco, que sé que no quieres dormir y vivir al máximo, todo correcto, estás en uno de los picos de tu carrera y tienes que aprovechar esa cara guapa que tienes. Ahora bien, de ahí a hacer llorar todo el rato a la pobre Anne Hathaway con tales palabras pues no, hombre, un respeto. Seguirás dolido por tu ridículo en la presentación de los Oscar de 2011 junto a la actriz que ahora odias. Te pusieron fino. Tu estado de ralentí tuvo bastante que ver. Pero pasa página que nosotros sí queremos a la actriz de Brooklyn.

Bueno, a decir verdad con Anne Hathaway vuelve a surgir la eterna dicotomía del coñazo de tantas comedias románticas pastelonas con una cara bonita y la superación femenina de cuento de hadas nunca realizado. Esos títulos de blockbuster con ‘Princesa por sorpresa’, ‘Superagente 86 de película’, ‘La boda de Rachel’… Horror, sí.

Cuando a Anne Hathaway le da por molar.

Peor aún: ‘El diablo viste de Prada‘. Si hay una película digna de quemar estudios de cine es esta. Sobre todo el culto que se le ha rendido entre tacones y mechas californianas sin grandes riegos. Por esto podríamos odiar a Anne Hathaway como tú, señor Franco.

Así ve James Franco a Anne Hathaway.

Así vemos a Anne Hathaway nosotros.

Luego seguimos viendo su filmografía y a ver quién rescata algo para contradecir la afirmación de su querido enemigo. Por mi parte detesto los musicales como religión de cabecera, ‘Los miserables’ y su Oscar a mejor actriz de reparto me unirían al bando de James Franco.

Entonces, ¿de dónde narices te sacar la dicotomía? De ‘El caballero oscuro: La leyenda renace‘. Sin recuperar al tremendo Heath Ledger aka el mejor Joker, había que conformarse con Catwoman, una “mala” interpretada por Anne Hathaway sin demasiada convicción pero con buenos trajes. Encima la actriz se ha cortado el pelo y no para de sonreír.

Dicotomía creada con argumentos de peso. No es tan difícil buscar el lado positivo para poner el hombro sobre el cual llorar.

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